El Centro de Predicción de Clima Espacial (SWPC) de los Estados Unidos anunció una tormenta geomagnética severa -con una intensidad G4 dentro de una escala de 5- los días diez y once de mayo del año 2024. El Sol ha originado muy pocas tormentas geomagnéticas en el presente ciclo solar, que empezó en el año 2019 y se espera que acabe en el 2033. Aunque manifestaciones del fenómeno, como las auroras boreales en latitudes menores que las habituales, pueden observarse y disfrutarse, no se trata de un fenómeno carente de importancia para la humanidad; pues las tormentas magnéticas pueden dañar las comunicaciones por radio, así como el sistema de posicionamiento global GPS, las centrales eléctricas, las naves espaciales y la navegación por satélite. Y pueden ser excepcionalmente intensas y peligrosas; la tormenta solar más extrema registrada hasta la fecha ocurrió en el año 1859; fue tan intensa que generó auroras boreales visibles en Cuba y otros lugares tropicales; disponemos de pruebas para afirmar que las hubo mucho mayores, incluso un centenar de veces mayores, en los últimos diez mil años.
Una tormenta solar, nombrada también tormenta geomagnética, es un fenómeno generado por el Sol, cuando emite una gran cantidad de partículas y radiación electromagnética que, al llegar a la Tierra, interactúan con su campo magnético. El viento solar, o una eyección de masa coronal (CME), que así se denomina la expulsión de una nube de plasma de la capa más externa del Sol, perturba entonces la capa más externa de la atmósfera terrestre -la magnetosfera- que actúa como escudo protector del planeta. Sucede entonces que la magnetosfera, cuyo campo magnético desvía la mayor parte de las partículas solares, adquiere la energía del viento solar y, en consecuencia, aumenta el movimiento del plasma que contiene y de la corriente eléctrica en ella.
Todo comienza con una alteración local del campo magnético del Sol -llamada reconexión magnética- que origina una erupción en su superficie; la erupción emite una gran cantidad de radiación electromagnética que abarca todo el espectro radiativo, desde los rayos gamma, pasando por la luz visible, hasta ondas de radio; la gigantesca explosión en el Sol -equivalente a miles de millones de bombas nucleares- expulsa una nube de plasma (CME) que, si el azar dicta que se dirija hacia la Tierra, genera la tormenta geomagnética. Tormenta que notamos los terrestres cuarenta y ocho horas después de la reconexión magnética original.
Una tormenta solar, nombrada también tormenta geomagnética, es un fenómeno generado por el Sol, cuando emite una gran cantidad de partículas y radiación electromagnética que, al llegar a la Tierra, interactúan con su campo magnético. El viento solar, o una eyección de masa coronal (CME), que así se denomina la expulsión de una nube de plasma de la capa más externa del Sol, perturba entonces la capa más externa de la atmósfera terrestre -la magnetosfera- que actúa como escudo protector del planeta. Sucede entonces que la magnetosfera, cuyo campo magnético desvía la mayor parte de las partículas solares, adquiere la energía del viento solar y, en consecuencia, aumenta el movimiento del plasma que contiene y de la corriente eléctrica en ella.
Todo comienza con una alteración local del campo magnético del Sol -llamada reconexión magnética- que origina una erupción en su superficie; la erupción emite una gran cantidad de radiación electromagnética que abarca todo el espectro radiativo, desde los rayos gamma, pasando por la luz visible, hasta ondas de radio; la gigantesca explosión en el Sol -equivalente a miles de millones de bombas nucleares- expulsa una nube de plasma (CME) que, si el azar dicta que se dirija hacia la Tierra, genera la tormenta geomagnética. Tormenta que notamos los terrestres cuarenta y ocho horas después de la reconexión magnética original.