Escribió un poeta que los sueños tienen color violeta, los celos naranja, el odio amarillo, la esperanza verde, la aventura azul y el rojo se debe a la pasión. Con independencia de estas vanas, aunque bellas especulaciones, en la naturaleza podemos observar objetos de todos los colores: tanto en el reino mineral: véanse los minerales, los metales y las piedras preciosas -zafiros, rubíes o esmeraldas-; como en la biosfera: contémplense los pigmentos vegetales y animales o las coloraciones de aves, escarabajos y mariposas; sea en la Tierra: admírese el color del cielo, el arco iris y las auroras polares, como fuera de ella: el color del Sol y de las estrellas. Más de una docena de mecanismos físicos diferentes describen los colores de la materia; parece una extraordinaria coincidencia que tantos fenómenos aparezcan en una pequeña banda de frecuencias que se acerca a una octava; y que, además, coincide con las frecuencias que el ojo humano capta. Se debe tal circunstancia a que las interacciones entre la luz de tales frecuencias con los electrones de la materia son importantes; las ondas electromagnéticas de energía más baja -las ondas de radio, microondas y rayos infrarrojos- alteran los movimientos de átomos y moléculas y, por tanto, se manifiestan como calor; los efectos de las ondas electromagnéticas con energía mayor -los rayos ultravioleta, rayos X y rayos gamma- son destructivos; tan sólo en la zona intermedia, la energía de la luz está sintonizada con la estructura de los átomos y moléculas que constituyen la materia.
La luz visible tiene una energía, aproximadamente, entre una con siete décimas de unidades ev y tres con cuatro décimas; una mínima porción de la posible cantidad de energía que puede contener la radiación electromagnética; compárense con las billonésimas de ev de una onda de radio o los millones de ev que pueden tener los rayos gamma. ¿Cómo se producen las radiaciones, con independencia que las veamos o no? Las ondas electromagnéticas se producen siempre que se aceleran partículas que tienen carga eléctrica, electrones muy a menudo en los fenómenos terrestres, como los que tiene el metal de una antena emisora o receptora de radio; pero también protones, como los atrapados en el campo magnético terrestre, o en el campo magnético de Júpiter, o en las manchas solares, incluso en la lejana nebulosa del Cangrejo. ¿Y los muy energéticos rayos X? Nos resulta más fácil producirlos frenando la partículas cargadas, en vez de acelerándolas.