sábado, 25 de abril de 2020

Mohos



     Los mohos forman parte de la naturaleza, donde desintegran materias orgánicas como las hojas caídas o los árboles muertos; microorganismos cosmopolitas, se encuentran en prácticamente todos los ambientes y durante todo el año; tanto en el interior de las viviendas como en el exterior; al aire libre viven en lugares húmedos y sombríos, mientras que en los locales cerrados crecen en los espacios húmedos, tales como los sótanos y alrededores de los lavabos, sanitarios y duchas.
     Existen muchos tipos de mohos, hongos que el inexperto lector no debe confundir con las levaduras o las setas. Resultan fácilmente reconocibles pues algunos de ellos aparecen en el pan y en las frutas podridas (fresas, melocotones, naranjas, mandarinas o manzanas), incluso los hay, como los que contienen los quesos roquefort, brie o camembert, que son comestibles. Los tipos más comunes de mohos que se hallan en los interiores de edificios incluyen los Aspergillus, que contaminan los cereales, las semillas y las nueces con aflatoxinas muy venenosas y cancerígenas que, al ingerirlas con los alimentos, pueden matar; los Penicillium, los hongos más abundantes del suelo productores de penicilina, los Cladosporium y los Alternaria, ambos causantes de alergias.
     Los mohos, o sus esporas y micotoxinas, pueden ingresar en el cuerpo tanto mediante ingestión, como por contacto con la piel o inhalación. En cualquiera de los casos suelen resultar insalubres; la exposición al moho puede causar reacciones alérgicas o ataques de asma, que incluyen fiebre, estornudos, goteo nasal, erupción cutánea e irritación de ojos, garganta o pulmones. Debido a esto, para mantener sano el interior de los edificios, debemos evitar el moho; y la clave para hacerlo consiste en el control de la humedad. Los botánicos saben que los mohos se reproducen y propagan mediante esporas, que se hallan normalmente presentes en el aire; pero es imposible eliminarlas todas porque algunas seguirán flotando; también han comprobado que el moho crece sólo cuando las esporas caen sobre superficies mojadas: ninguno se desarrolla sin agua. Concienciado lector, si observas moho en tu hogar, debes eliminarlo y, al mismo tiempo, resolver el problema de la humedad, porque si no lo haces y limpias solamente, es probable que el moho vuelva. Y cuando lo limpies considera que la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU (EPA) no recomienda el uso de productos químicos que destruyan el moho (lejía, por ejemplo).

sábado, 18 de abril de 2020

Útil regla estadística


     En ocasiones, los científicos necesitan elaborar conclusiones, que aplican a una población entera, a partir del análisis de datos provenientes de una muestra mínima, pero representativa; dicho con otras palabras, necesitan emplear la estadística. La estadística permite estudiar fenómenos colectivos a partir de la recopilación de información, el análisis de datos y la interpretación de resultados. Persigue dos propósitos: la descripción del fenómeno (elaborando un resumen o un modelo) y las inferencias, ambas permiten realizar generalizaciones que facilitan al experto la toma de decisiones. Inferencias que pueden servir como pruebas de hipótesis o para hacer estimaciones numéricas, elaborar pronósticos o efectuar correlaciones (hago un inciso para avisar a los inexpertos: el hecho que dos propiedades de una población varíen conjuntamente, como si hubiera una conexión entre ellas, puede deberse al azar y no a una relación causal). Como ya habrá adivinado el entendido lector, la estadística resulta útil tanto en las ciencias naturales (física, medicina) y tecnología (control de calidad) como en las ciencias sociales (sociología, educación, economía), incluso se emplea en la gobernanza de las instituciones.
     La regla estadística 68-95-99,7 es una abreviatura utilizada para recordar el porcentaje de valores que se encuentran, en una distribución normal, dentro de un intervalo (cuyo centro es la media), que tiene un ancho de dos, cuatro o seis veces la desviación típica, respectivamente. Una breve analogía nos permite entender el significado de estos números. ¿Cuál sería la frecuencia de un suceso atípico para un suceso diario? Dos veces a la semana (un sigma alrededor de la media); uno cada tres semanas (dos sigma); uno anual (tres sigma); dos veces en la vida (cuatro sigma); una vez cada cinco mil años (cinco sigma); una vez cada casi un millón y medio de años (seis sigma). El criterio convencional considera que todos los valores se encuentran dentro de tres desviaciones estándar alrededor de la media, por lo tanto, trata al noventa y nueve con siete por ciento de probabilidad como si fuese certeza y considera atípicos los valores fuera de tres desviaciones estándar. Sin embargo, no siempre se opera así: en las ciencias sociales, suele aceptarse un resultado si su intervalo de confianza es de dos sigmas alrededor de la media, mientras que en la física de partículas, la convención exige un intervalo de confianza de cinco sigmas alrededor de la media para calificar una observación como descubrimiento.

sábado, 11 de abril de 2020

La humanidad progresa y casi nadie lo sabe


    A veces tengo nostalgia; me viene el mal al cerrar los ojos y rememorar la primavera porque canta la calandria, el verano porque el viento lleva pétalos de amapolas, el otoño porque se van las golondrinas o el invierno porque florecen los almendros. Abro el libro “En defensa de la Ilustración”. Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso, escrito por Steven Pinker: se esfuma la nostalgia y la razón ocupa de nuevo su lugar. En quinientas páginas que se leen con interés el autor demuestra sin márgenes de duda una tesis: la historia del progreso humano es gloriosa y no es patrimonio de ninguna tribu, sino de toda la humanidad y de todo aquel capaz de razonar. ¿Es demostrable que la humanidad ha progresado desde el paleolítico hasta hoy? Cabría pensar que a tal pregunta seríamos incapaces de darle una respuesta; sin embargo, resulta fácil hacerlo, sólo se requieren algunas convenciones. La mayoría de la gente está de acuerdo en que la vida es mejor que la muerte, la salud mejor que la enfermedad, el sustento mejor que el hambre, la abundancia mejor que la pobreza, la seguridad mejor que el peligro, la paz mejor que la guerra, la libertad mejor que la opresión, la igualdad de derechos mejor que la discriminación, la alfabetización mejor que el analfabetismo, el conocimiento mejor que la ignorancia, la inteligencia mejor que la torpeza, la felicidad mejor que el sufrimiento, el disfrute de familia, amigos, cultura y naturaleza mejor que el trabajo penoso y la monotonía. Todo ello puede medirse. Por supuesto que no todos estarán de acuerdo con la lista, pero es un buen comienzo. Cierto, se han dejado fuera valores trascendentes o religiosos y virtudes aristocráticas como la salvación, la gracia, el honor, la gloria o el heroísmo; pero resulta que la gente prioriza la vida, la salud o la seguridad. Los estudios efectuados, plasmados en medidas numéricas, proporcionan dos ideas sorprendentes. Una: los datos nos indican que el mundo ha hecho progresos en cada una de las medidas numéricas del bienestar humano; dos: casi nadie lo sabe.
     ¿Por qué los libros que nos demuestran el progreso no han recibido premios importantes, en cambio sí han sido galardonados los que disertan sobre el genocidio, el terrorismo, el cáncer, el racismo o la extinción? ¿Puedes tú, amigo lector, proporcionar una respuesta?

sábado, 4 de abril de 2020

Efectos fisiológicos de la electricidad


     En el año 1752, Benjamin Franklin llevó a cabo, en Filadelfia, un famoso experimento. Ató un cometa, con esqueleto de metal, a un hilo de seda cuyo extremo llevaba una llave metálica, y lo hizo volar un día de tormenta: halló que la llave cargaba de electricidad un condensador. Demostró así que las nubes contienen electricidad. Tuvo mucha suerte porque, un año después, el profesor Georg Wilhelm Richmann efectuó pruebas semejantes… con menos fortuna: un rayo lo electrocutó; recibió una descarga eléctrica mortal durante el experimento (cincuenta mil amperios es la intensidad media de un rayo). Sólo queda por agregar que, gracias a estos intrépidos experimentadores, se fabricaron los primeros pararrayos.
     ¿Cómo nos afecta la electricidad? Sabemos que la corriente eléctrica produce lesiones e incluso la muerte; pero antes de continuar recordaré el significado de tres magnitudes eléctricas fundamentales: la intensidad de corriente (los amperios) mide la cantidad de electricidad que circula; la resistencia determina el grado de dificultad que halla la corriente eléctrica en su camino; y la diferencia de potencial (los voltios), si uso un símil hidráulico, sería la presión del agua circulante, proporcionada por una bomba o una diferencia de nivel. El valor de la resistencia eléctrica de un cuerpo humano no sólo depende del valor de la diferencia de potencial, sino también de cuánto tiempo la corriente atraviesa el cuerpo y del grado de humedad de la piel; tomando como referencia la resistencia de una mano con la piel seca, una corriente alterna a la frecuencia de la red (cincuenta hertzios) y una red doméstica (doscientos treinta voltios) se han establecido los siguientes valores: el cinco por ciento de la población tiene una resistencia inferior a mil ohmios y el cinco por ciento superior a dos mil ciento veinticinco. La intensidad de corriente que atraviesa a alguien depende del resultado de la división entre doscientos treinta voltios y la resistencia del cuerpo. Hasta quince miliamperios -umbral que marca la incapacidad para soltar un cable- se notan cosquilleos; de quince a cincuenta miliamperios -límite al que aparece la fibrilación ventricular- se aprecian contracciones involuntarias e, incluso, se llega a la inconsciencia; entre cincuenta miliamperios y un amperio el choque eléctrico es grave: se produce fibrilación ventricular, paro cardíaco reversible, quemaduras y riesgo de muerte; de uno a cinco amperios, el accidentado presenta quemaduras muy graves, parada cardíaca y la muerte es probable. ¡Sea precavido quien use la electricidad!