sábado, 25 de julio de 2020

Ingredientes alergénicos de los cosméticos


  El escritor espera que los fabricantes de un producto empleen los distintos recursos de la propaganda, para intentar venderlo. No espera rigor científico, sino buena retórica, que no tiene que coincidir con la calidad o salubridad del producto. Sin embargo, hay veces, escasas, en las que me sorprende la honestidad de alguna marca; ignoro si sus productos son mejores o peores que la mayoría, pero me reconfortan sus sensatas recomendaciones. Reproduzco las sugerencias de un fabricante de cosméticos: evitar el alcohol y algunos aceites esenciales (fragancias), porque -alegan- sin aportar beneficios perjudican la piel. 
Algunas fragancias, además de los tintes capilares, los conservantes de cosméticos o productos de higiene y los metales son los agentes causantes de alergias de contacto más frecuentes. La piel debe estar hidratada para que funcione correctamente, no hay piel sana sino está bien hidratada; irritantes cutáneos, como ciertas fragancias, el alcohol, la escasez de humectantes naturales, de cerámidas y de sebo, la exposición a rayos ultravioleta, los ambientes muy secos y el uso excesivo de detergentes y jabones secan la piel; lo hacen, porque se pierde más agua de lo normal a través de la epidermis, causa principal de la deshidratación. Cada vez más cosméticos contienen fragancias naturales como sustitutas de las sintéticas; si bien mejoran la percepción del cosmético y aumentan sus ventas, algunas irritan la piel, debilitan la barrera protectora (lo que permite la penetración de moléculas perjudiciales) y pueden causar fotosensibilidad, dermatitis, eccemas y urticaria; además, pueden ocasionar inflamación subclínica, es decir, dañan la piel, aunque no se note. ¡El calificativo de natural no es sinónimo de saludable! El Comité Científico de Seguridad de los Consumidores de la Unión Europea identificó ochenta y dos alérgenos de contacto probados en humanos; reproduzco los de mayor potencialidad alergénica. Entre los extractos naturales (aceites esenciales): jazmín, trementina, sándalo, bálsamo, Evernia (liquen), clavo e ylang ylang; y entre las sustancias aromatizantes individuales: cinamaldehído, alcohol cinamilo, citral, cumarina, eugenol, linalool, limoneno, isoeugenol, hidroxicitronelal, hidroxiisohexil 3-ciclohexeno carboxaldehído (HICC), geraniol y farnesol. 
También debe evitarse el alcohol etílico, componente común de los cosméticos, porque irrita la piel, puede actuar como alérgeno de contacto y debilita la barrera protectora cutánea. 
Más de dos mil quinientos ingredientes se utilizan en los productos perfumados. Dado que pueden causar irritaciones cutáneas o reacciones alérgicas, considero que deberían identificarse todas las sustancias potencialmente alergénicas en los cosméticos.

sábado, 18 de julio de 2020

Química y esquizofrenia


     Vincent van Gogh, Edgar Allan Poe y John Nash padecían esquizofrenia, sin duda alguna. También sin duda, los disidentes políticos soviéticos no eran enfermos mentales; la Asociación Mundial de Psiquiatría condenó, en su Sexto Congreso Mundial, una práctica habitual en la Unión Soviética: el diagnóstico de esquizofrenia para encarcelar a los opositores políticos, prescindiendo de un proceso judicial. Dejemos a un lado los casos claros y centrémonos en los dudosos: ¿Eran esquizofrénicos Hitler o Stalin? ¿Y el Ingenioso Hidalgo de la Mancha quien, en su despedida, exclama “Yo fui loco, y ya soy cuerdo: fui don Quijote de la Mancha, y soy ágora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno”? ¿Padecía una enfermedad mental, don Quijote?
     Los psiquiatras, aunque poco, algo saben ya de la esquizofrenia: se trata de una enfermedad cerebral cuyos pacientes presentan síntomas psicóticos que incluyen alucinaciones (ven o escuchan cosas que no existen), delirios (tienen creencias que, evidentemente, son falsas), dificultad para organizar pensamientos e incapacidad para tomar decisiones. 
     Se desconoce su causa y no hay cura: los medicamentos sólo ayudan a controlar los síntomas. Sin embargo, comienzan a abrirse grietas en el velo de la ignorancia. Se han descubierto dos aplicaciones terapéuticas del receptor de dopamina, una molécula proteica que contienen algunas neuronas del cerebro: las moléculas activadoras del receptor combaten la enfermedad de Parkinson y las inhibidoras mejoran los síntomas de la esquizofrenia. El hecho que los fármacos antipsicóticos induzcan, como efecto secundario, la enfermedad de Parkinson, nos ha proporcionado una nueva idea: tal vez tales anormalidades bioquímicas sean la base de la esquizofrenia. Si los fármacos que bloquean los receptores de dopamina reducen los síntomas de la esquizofrenia, quizá la enfermedad sea una consecuencia de una actividad excesiva de las neuronas sintetizadoras de dopamina en algunas regiones del cerebro; tal exceso liberaría exceso dopamina, lo que conduciría a una excesiva estimulación de los receptores de dopamina. La clorpromacina -fármaco antipsicótico-, al bloquear los receptores, impediría la sobrecarga de estímulos, disminuyendo los síntomas de la enfermedad.
     Después de aludir a la locura del Ingenioso Hidalgo obligatoriamente debo acabar con una nueva cita: “-¡Ay! -respondió Sancho llorando-, No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía.”

sábado, 11 de julio de 2020

Minerales

     La corteza terrestre está hecha de rocas; y éstas de minerales. Ahora bien ¿qué son los minerales? La Asociación Internacional de Mineralogía (IMA) adoptó (1995) una definición de mineral que, entiendo yo, presenta notables ambigüedades: un mineral es un elemento o compuesto químico, normalmente cristalino, que se ha formado por procesos geológicos. 
    Si se usa la definición actual de cristal (sólido con un patrón de difracción), entre los minerales se incluyen tanto los sólidos cristalinos, como los cuasi cristales. Ahora bien, ¿por qué se considera mineral al ópalo (sílice hidratada), que es un sólido amorfo, si los sólidos amorfos (recuérdese a los vidrios) no presentan patrón de difracción? ¿Por qué se incluye también al mercurio que es un líquido?
    En lo referente a la formación del mineral, excluimos tanto las sustancias sintéticas, sean cementos o aleaciones (por muy cristalinas que sean), como las sustancias biológicas (conchas de moluscos o cálculos renales); sin embargo, de nuevo surgen problemas, porque se aceptan como minerales el ámbar (una resina fósil) y también las calcitas, apatitos o azufre procedentes de organismos. Por último, ¿son minerales los sólidos extraterrestres procedentes de la Luna, los cometas, los asteroides o Marte? ¿Son minerales los hielos -así los llaman los astrofísicos- astronómicos? Entonces, el nitrógeno, agua, amoníaco o metano sólidos también serían minerales…
    Los minerales (sean elementos o compuestos) pueden carecer de fórmula química; otro lío, porque los minerales pueden ser entonces tanto sustancias puras como disoluciones sólidas. Y recuérdese la distinción entre las mezclas desesperadamente complejas que, a primera vista, constituyen la materia natural, como el aire, el vino, la leche, la paella y el granito, y las sustancias puras, como la sal, el agua o el oxígeno, que las componen.
    Y todo esta discusión es necesaria para que los mineralogistas puedan identificar y clasificar las algo más de cinco mil especies minerales aprobadas por la IMA: elementos como el oro, sulfuros como el cinabrio, haluros como la sal de roca, óxidos (e hidróxidos) como el oligisto, carbonatos (y nitratos) como la calcita, boratos como el bórax, sulfatos como el yeso, fosfatos como el apatito, silicatos como los feldespatos y, por último, compuestos orgánicos. Por cierto, no todos son igual de abundantes -los silicatos forman el noventa y cinco por ciento de la corteza terrestre- ni igual de caros: compárese si no, el precio de las esmeraldas con el del cuarzo.

sábado, 4 de julio de 2020

Mosquitos


     Más de tres mil novecientos millones de personas corren el riesgo de contraer dengue, con una estimación de noventa y seis millones de casos anuales. El dato asusta, incluso a un ciudadano que dispone de un buen sistema sanitario. Durante el segundo decenio del siglo XXI, grandes brotes de paludismo y viriasis como el dengue, la fiebre chikungunya, la fiebre amarilla y la enfermedad por el virus de Zika han azotado diferentes poblaciones del mundo, cobrándose multitud de vidas. Todas ellas son enfermedades infecciosas que las propagan seres vivos (vectores).
     Los epidemiólogos han comprobado que muchos de los vectores que pueden transmitir las enfermedades infecciosas entre las personas, o de los animales a las personas, son insectos hematófagos; insectos que ingieren los microorganismos patógenos (sean virus, bacterias o parásitos) junto con la sangre de un portador infectado y que, posteriormente, los inoculan a un individuo sano, al ingerir su sangre. Tengo inquina especial a unos vectores concretos: se trata de los mosquitos de los géneros Aedes, Anopheles y Culex, pertenecientes al grupo de los culícidos. Las hembras de estos insectos se alimentan de la sangre de los animales que pican (e infectan), no así los machos que se nutren del néctar y los jugos de frutas. La lista siguiente espero que justifique las causas de mi aversión: los Aedes transmiten la fiebre amarilla, el dengue, la fiebre del Zika, la fiebre chikungunya y la filariasis linfática (llamada habitualmente elefantiasis y producida por gusanos nematodos); los Anopheles transmiten el paludismo y la filariasis linfática; y los Culex transmiten diversas encefalitis y la filariasis linfática. Unos cuantos datos más añaden argumentos para justificar mi aversión. En todo el mundo se registran cada año (en el segundo decenio del siglo XXI) más de setecientas mil defunciones como consecuencia de enfermedades transmitidas por vectores, aproximadamente una de cada seis enfermedades infecciosas. ¿Las principales? El dengue, la esquistosomiasis, la filariasis linfática, la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, la fiebre amarilla, la tripanosomiasis americana, el paludismo y la tripanosomiasis africana (enfermedad del sueño). Concluiré mi sesgada disertación alegando que todas ellas son enfermedades que dificultan el desarrollo económico de un país, no sólo por los gastos sanitarios directos que ocasionan, sino también por los gastos indirectos, como la baja productividad y la disminución del turismo; por si fuera poco, la mayoría afecta a las poblaciones más pobres, que viven en las zonas tropicales y subtropicales.