sábado, 24 de septiembre de 2022

¿Las vacunas contra la covid-19 pueden causar daño cerebral?


El desarrollo estándar de una vacuna es un proceso largo -dura entre cuatro y siete años-, que se efectúa por pasos. En la Fase IV, para reforzar su seguridad y eficacia después de su autorización y comercialización, se examinan los efectos a largo plazo con una muestra mayor de personas. En esta última fase pueden aparecer efectos adversos que no se han detectado antes, porque son menos frecuentes.
Las vacunas contra la covid-19 de ARN mensajero han demostrado ser seguras y efectivas en un año, aseguran sus diseñadores. Expongo algunos datos para que nos ayuden a valorarlas.
Los investigadores han comprobado que las nanopartículas de lípidos, vehículos de transporte del ARN mensajero (o de otras moléculas), pueden atravesar la barrera hematoencefálica (una protección que recubre los capilares del cerebro y restringe el paso de sustancias tóxicas de la sangre al fluido cerebral). En los ratones, las proteínas S del virus SARS-CoV-2 (codificadas por las vacunas que contienen ARN mensajero) pueden atravesar la barrera hematoencefálica si se inyectan directamente en un vaso sanguíneo; pero no se inyectan ahí, las vacunas se inyectan en el músculo. Las proteínas S del virus permanecen ancladas en la membrana de las células musculares, no se mueven libremente: se ha detectado menos del uno por ciento de las proteínas S en el resto de tejidos corporales de los ratones vacunados. Además, las proteínas S que llegan al torrente sanguíneo se degradan en el hígado. En resumen, las proteínas S del virus, cuya fabricación por nuestras células es inducida por las vacunas de ARN mensajero, es posible, aunque improbable, que atraviesen la barrera hematoencefálica porque es improbable que cantidades significativas de ellas circulen por el torrente sanguíneo.
¿Cuál es el riesgo de la penetración a través de la barrera hematoencefálica? La inflamación crónica del cerebro. “El SARS-CoV-2, o sus proteínas S que circulan en el torrente sanguíneo, podrían causar la desestabilización de la barrera hematoencefálica en regiones clave del cerebro” demostró Tetyana P. Buzhdygan y otros investigadores en 2020. Las proteínas S desencadenan una respuesta inflamatoria en las células endoteliales del cerebro que puede alterar la barrera hematoencefálica; incluso una pequeña inflamación puede ser muy perjudicial. Este daño neurológico podría ser extenso en pacientes con COVID-19 cuya vascularización haya sufrido alguna lesión previa.
Escéptico lector, juzga.

sábado, 17 de septiembre de 2022

Invernadero planetario


El nitrógeno y oxígeno son los gases más abundantes de la atmósfera; les siguen, en cantidades menores, el helio (uno por ciento) y el vapor de agua (cuatro décimas del uno por ciento), otros gases se hallan en una proporción ínfima (menor de una décima del uno por ciento). Comentaré estos últimos, por los efectos que tienen en el calentamiento de la Tierra. El vapor de agua, dióxido de carbono, metano, óxido nitroso y ozono son, de mayor a menor, los gases atmosféricos más abundantes que producen efecto invernadero (GEI); cualquiera de ellos absorbe radiación y por ello impide que la energía -calor- escape de la Tierra; pero no todos tienen la misma efectividad. Gavin Schmidt, Andy Lacis y otros investigadores de la Nasa analizaron (2010) la contribución de cada uno de los componentes de la atmósfera al efecto invernadero. Estimaron que el vapor de agua es responsable de la mitad del efecto invernadero, las nubes contribuyen con un cuarto, el dióxido de carbono con un quinto y los otros gases (metano, óxido nitroso y ozono) y los aerosoles aportan el cinco por ciento restante. El vapor de agua ora entra, ora sale de la atmósfera en un ciclo continuo, por lo que no influye en el cambio climático; el dióxido de carbono, de manera prioritaria, es el gas que induce el cambio climático.
En Marte, congelados de frío a cincuenta y cinco grados bajo cero, o en Venus, asados de calor a cuatrocientos sesenta y dos grados, podemos comprobar los efectos de la escasez o exceso del efecto invernadero. Para mantener templada la temperatura media actual de la superficie de la Tierra -quince grados- se necesitan gases de efecto invernadero que impidan que parte del calor del planeta escape; sin ellos, la temperatura media bajaría de cero grados. Pero si resulta pernicioso el defecto también lo es el exceso: desde el año 1750, en que se inició el uso de combustibles fósiles a gran escala, hasta el siglo XXI, la actividad humana ha aumentado la concentración atmosférica del dióxido de carbono un cuarenta y cinco por ciento (de 280 a 400 ppm). Si las emisiones de GEI continúan al ritmo actual, el aumento de la temperatura media de la superficie terrestre superará los dos grados, a mitad del siglo -estiman los expertos-. En tal caso los ecosistemas resultarían dañados, tanto que incluso peligraría la subsistencia de la civilización.

sábado, 10 de septiembre de 2022

La covid y los cangrejos


La humanidad debe conservar la biodiversidad de la Tierra por motivos altruistas y egoístas; en otro momento comentaré los primeros, mencionaré ahora uno de los segundos. En estos agitados tiempos de pandemia viral me entretenía leyendo los controles de calidad que se aplican a las vacunas contra el Covid; tanto ellas como otras vacunas, medicamentos inyectables, prótesis e implantes se prueban con tests muy sensibles, diseñados para comprobar la ausencia de toxinas bacterianas. Me sorprendió comprobar que estos test -apellidados LAL- se fabrican con la sangre de unos cangrejos, los cangrejos cacerola (Limulus polyphemus) también llamados cacerolas de las Molucas, especie de artrópodos más emparentada con las arañas y los escorpiones que con los propios cangrejos (crustáceos), y auténticos fósiles vivientes, semejantes a las especies que existieron hace trescientos millones de años. 
Tal vez el curioso lector se pregunte por las peculiaridades de la sangre (llamada hemolinfa) de este singular animal que usa la farmacopea. En 1956, Frederik Bang descubrió que la hemolinfa tiene hemocianina (que contiene cobre), una proteína responsable del transporte del oxígeno y similar a nuestra hemoglobina corporal (que contiene hierro); se trata de una molécula incolora que se vuelve azul en contacto con el oxígeno; pero la característica que nos resulta útil de la hemolinfa es que contiene unas células llamadas amebocitos, semejantes a los leucocitos humanos, que provocan la coagulación de la hemolinfa en presencia de mínimas cantidades de toxinas bacterianas, inmovilizándolas e impidiendo que contaminen el organismo del artrópodo. 
En las últimas décadas se han capturado millones de cangrejos cacerola para extraerles un tercio de su sangre y devolverlos después al mar, donde recuperan el volumen de hemolinfa perdida, en una semana -estiman los zoólogos-. En el año 2018 se capturaron casi medio millón de ejemplares para aprovechar su sangre, de los cuales al menos uno de cada diez murieron al devolverlos al océano; si a eso añadimos el cambio climático, que altera el hábitat del animal, y su uso como cebo de pesca, hemos hallado un conjunto de factores desfavorables que explican la reducción de la población mundial de cangrejos cacerola durante el último siglo, y que la especie se encuentre amenazada de extinción. 
Formulo, por último, un deseo, que espero comparta el generoso lector: un futuro más halagüeño para estos animales marinos que han contribuido y contribuyen al bienestar humano. 

sábado, 3 de septiembre de 2022

La cinta transportadora oceánica


Refugio de santos, cenáculo de virtudes, relicario del saber, arca de prudencia, torre de sabiduría, recinto de mansedumbre, bastión de entereza, turíbulo de santidad; ya me gustaría calificar así a las reuniones de los dirigentes mundiales si la cinta transportadora oceánica se detiene, porque si los egoísmos prevalecen sobre la solidaridad las consecuencias para la humanidad serán desastrosas. 
Aclaro el imprevisto sermón. Una invisible cinta transportadora de calor se mueve desde el ecuador hacia el norte en el océano Atlántico, llevando aguas cálidas tropicales hasta el septentrión, donde se enfrían y vuelven más densas, para regresar luego hacia el sur. Se trata de una circulación de corrientes oceánicas en el Atlántico norte (AMOC), un mecanismo cíclico crucial para el equilibrio del clima mundial. La diferencia en la densidad del agua marina es el motor que mantiene la circulación; a medida que las aguas saladas y cálidas de latitudes bajas se mueven hacia latitudes altas y se enfrían, van ganando densidad, y cuando llegan al Atlántico Norte descienden al fondo del mar. 
El mes de julio de 2019 fue el mes más cálido jamás registrado en el Ártico: la región se está calentando dos veces más rápido que el resto del planeta. La subida de temperaturas en el hemisferio norte y la fusión de hielo en Groenlandia, ambos fenómenos consecuencia del cambio climático, reducen la densidad del agua marina superficial y por lo tanto ralentizan la circulación de la cinta transportadora oceánica. Levke Caesar (2018) y otros investigadores lo comprobaron, pues observaron huellas de que el flujo que redistribuye el calor del mar desde el sur hacia el norte ha disminuido alrededor del quince por ciento, desde mediados del siglo XX. Un nuevo estudio de Johannes Lohmann y Peter D. Ditlevsen (2021) corrobora las observaciones anteriores: ambos científicos muestran, mediante un modelo, que el aumento de la tasa de derretimiento del hielo boreal aumenta el riesgo de detener la cinta transportadora oceánica. 
Si la circulación del Atlántico norte (AMOC) queda trastocada por el calentamiento global, se desencadenarán graves consecuencias para el clima: en el hemisferio norte se notará un aumento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos: olas de frío o de calor, fuertes reducciones de lluvias o tormentas cada vez más intensas. Resulta lógico colegir que las consecuencias sobre la agricultura, la alimentación y la economía pueden ser drásticas en gran parte del planeta.