La humanidad debe conservar la biodiversidad de la Tierra por motivos altruistas y egoístas; en otro momento comentaré los primeros, mencionaré ahora uno de los segundos. En estos agitados tiempos de pandemia viral me entretenía leyendo los controles de calidad que se aplican a las vacunas contra el Covid; tanto ellas como otras vacunas, medicamentos inyectables, prótesis e implantes se prueban con tests muy sensibles, diseñados para comprobar la ausencia de toxinas bacterianas. Me sorprendió comprobar que estos test -apellidados LAL- se fabrican con la sangre de unos cangrejos, los cangrejos cacerola (Limulus polyphemus) también llamados cacerolas de las Molucas, especie de artrópodos más emparentada con las arañas y los escorpiones que con los propios cangrejos (crustáceos), y auténticos fósiles vivientes, semejantes a las especies que existieron hace trescientos millones de años.
Tal vez el curioso lector se pregunte por las peculiaridades de la sangre (llamada hemolinfa) de este singular animal que usa la farmacopea. En 1956, Frederik Bang descubrió que la hemolinfa tiene hemocianina (que contiene cobre), una proteína responsable del transporte del oxígeno y similar a nuestra hemoglobina corporal (que contiene hierro); se trata de una molécula incolora que se vuelve azul en contacto con el oxígeno; pero la característica que nos resulta útil de la hemolinfa es que contiene unas células llamadas amebocitos, semejantes a los leucocitos humanos, que provocan la coagulación de la hemolinfa en presencia de mínimas cantidades de toxinas bacterianas, inmovilizándolas e impidiendo que contaminen el organismo del artrópodo.
En las últimas décadas se han capturado millones de cangrejos cacerola para extraerles un tercio de su sangre y devolverlos después al mar, donde recuperan el volumen de hemolinfa perdida, en una semana -estiman los zoólogos-. En el año 2018 se capturaron casi medio millón de ejemplares para aprovechar su sangre, de los cuales al menos uno de cada diez murieron al devolverlos al océano; si a eso añadimos el cambio climático, que altera el hábitat del animal, y su uso como cebo de pesca, hemos hallado un conjunto de factores desfavorables que explican la reducción de la población mundial de cangrejos cacerola durante el último siglo, y que la especie se encuentre amenazada de extinción.
Formulo, por último, un deseo, que espero comparta el generoso lector: un futuro más halagüeño para estos animales marinos que han contribuido y contribuyen al bienestar humano.
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