El desarrollo estándar de una vacuna es un proceso largo -dura entre cuatro y siete años-, que se efectúa por pasos. En la Fase IV, para reforzar su seguridad y eficacia después de su autorización y comercialización, se examinan los efectos a largo plazo con una muestra mayor de personas. En esta última fase pueden aparecer efectos adversos que no se han detectado antes, porque son menos frecuentes.
Las vacunas contra la covid-19 de ARN mensajero han demostrado ser seguras y efectivas en un año, aseguran sus diseñadores. Expongo algunos datos para que nos ayuden a valorarlas.
Los investigadores han comprobado que las nanopartículas de lípidos, vehículos de transporte del ARN mensajero (o de otras moléculas), pueden atravesar la barrera hematoencefálica (una protección que recubre los capilares del cerebro y restringe el paso de sustancias tóxicas de la sangre al fluido cerebral). En los ratones, las proteínas S del virus SARS-CoV-2 (codificadas por las vacunas que contienen ARN mensajero) pueden atravesar la barrera hematoencefálica si se inyectan directamente en un vaso sanguíneo; pero no se inyectan ahí, las vacunas se inyectan en el músculo. Las proteínas S del virus permanecen ancladas en la membrana de las células musculares, no se mueven libremente: se ha detectado menos del uno por ciento de las proteínas S en el resto de tejidos corporales de los ratones vacunados. Además, las proteínas S que llegan al torrente sanguíneo se degradan en el hígado. En resumen, las proteínas S del virus, cuya fabricación por nuestras células es inducida por las vacunas de ARN mensajero, es posible, aunque improbable, que atraviesen la barrera hematoencefálica porque es improbable que cantidades significativas de ellas circulen por el torrente sanguíneo.
¿Cuál es el riesgo de la penetración a través de la barrera hematoencefálica? La inflamación crónica del cerebro. “El SARS-CoV-2, o sus proteínas S que circulan en el torrente sanguíneo, podrían causar la desestabilización de la barrera hematoencefálica en regiones clave del cerebro” demostró Tetyana P. Buzhdygan y otros investigadores en 2020. Las proteínas S desencadenan una respuesta inflamatoria en las células endoteliales del cerebro que puede alterar la barrera hematoencefálica; incluso una pequeña inflamación puede ser muy perjudicial. Este daño neurológico podría ser extenso en pacientes con COVID-19 cuya vascularización haya sufrido alguna lesión previa.
Escéptico lector, juzga.
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