sábado, 30 de diciembre de 2023

Desaparición de los insectos


Hace medio siglo, cualquier español que viajase en automóvil habría observado su parabrisas cubierto de cadáveres de los insectos con los que había chocado. No sucede lo mismo hoy: ninguno vemos. Y no se trata de algo característico de nuestro país, los insectos están desapareciendo del planeta. Estudios efectuados en Alemania y Costa Rica apuntan a que se ha perdido entre el setenta y el noventa por ciento de la biomasa de insectos en los últimos cuarenta años; ello quiere pedir que no sólo desaparecen especies, sino que también se reduce el número de individuos de una misma especie. Y aunque alguien argumente que se trata de resultados locales, recuentos globales recientes demuestran que cuatro de cada diez especies se halla en declive y tres de cada diez se halla en riesgo de extinción. El peligro afecta a todos los grupos, pero los más amenazados son los escarabajos, las polillas, las mariposas, las abejas y los tricópteros (insectos nocturnos que viven cerca de los cursos de agua). En conclusión, los entomólogos han observado que la extinción de los insectos es ocho veces superior a la que afecta a los animales vertebrados.
Se conocen las causas. La destrucción de los hábitats, dicho con palabras menos técnicas, los lugares donde viven y se reproducen insectos se convierten en campos de cultivo, terrenos industriales o regiones urbanas: ya sean humedales transformados en sembrados de arroz, herbazales convertidos en trigales o bosque talados y mutados en campos de soja. La contaminación del aire, de las aguas y del suelo también contribuye a la desaparición de los insectos; sustancias tóxicas como insecticidas que no sólo matan a los insectos que dañan los cultivos, sino también a mariquitas, abejas y avispas parásitas beneficiosas para la agricultura; o herbicidas que eliminan plantas silvestres que proporcionan alimento a insectos beneficiosos; o los vertidos industriales y residuos sólidos urbanos, que contaminan las aguas fluviales y los lagos, y eliminan a insectos acuáticos. La introducción, accidental o deliberada, de organismos foráneos y el cambio climático intervienen también en la reducción de las poblaciones de insectos. El último comentario se lo dedicamos a las abejas que, además de proporcionarnos miel, polinizan plantas que nos alimentan; los virus y los patógenos las han atacado desde siempre, pero no causaron la mortalidad actual, el calentamiento del clima y el envenenamiento con insecticidas debilitan su organismo que, entonces, no resiste la infección. 

sábado, 23 de diciembre de 2023

Agujero negro cercano


La bella mancha lechosa que cruza el cielo de este a oeste es un majestuoso espectáculo que puede contemplarse en las noches estivales. Se trata de la Vía Láctea, nuestro hogar cósmico, una entre las centenares de miles de millones de galaxias que alberga el universo. A lo largo y ancho de toda nuestra galaxia se hallan los invisibles agujeros negros remanentes de estrellas -cuya masa está comprendida entre tres y decenas de veces la masa del Sol-; los agujeros negros supermasivos, cuya masa supera las cien mil masas solares y puede alcanzar los miles de millones, se encuentran en los centros de las grandes galaxias, incluida la nuestra. ¿No existen los agujeros negros de masa intermedia, entre cien y decenas de miles de masas solares? Aunque hay dudas sobre su existencia, ya se identificaron algunos candidatos: se observó la fusión de dos agujeros negros, que creó un único agujero negro cuya masa es ciento cuarenta y dos soles. 
La Vía Láctea probablemente contiene cien millones de agujeros negros de masa estelar. ¿Hay alguno de estos monstruos gravitatorios cerca de nosotros? Si bien son difíciles de encontrar, porque son negros e invisibles; cabe señalar que tienen gravedad y, por tanto, si una estrella está cerca, le quitan gas; gas que cae en el agujero negro y al hacerlo se calienta y emite radiación de alta energía. Los astrónomos han detectado más de cincuenta de tales objetos en la Vía Láctea; y es probable que nuestra galaxia contenga decenas de miles de estrellas con un agujero negro como compañero.
Existe otra posibilidad, si la estrella compañera del agujero negro se halla lejos: la estrella permanece inalterable, el agujero negro se mantiene inactivo y es más difícil de detectar. Los investigadores tiene que buscar estrellas oscilantes cuyo movimiento se deba a un compañero invisible. Los astrónomos descubrieron de esta manera un candidato a agujero negro, a mil quinientos setenta años luz de distancia, que llamaron Gaia BH1: se trata de un agujero negro diez veces más masivo que el Sol, que acompaña a una estrella semejante a la nuestra. Quizá sea el más cercano a nosotros; aun así, la luz que hoy recibimos de la estrella salió de ella, aproximadamente, cuando murió Atila, el huno que invadió el imperio romano poco antes de su caída: así de enormes son las distancias que nos separan de las estrellas. 

sábado, 16 de diciembre de 2023

Hojaldres y antioxidantes


De vez en cuando el goloso escritor tiene tentaciones de sibarita y desea degustar los milhojas. Se trata de un suculento postre, que nada más verlo, el epicúreo lector comprueba que contiene hojaldre, azúcar y merengue; todo buen gastrónomo sabe que el merengue se hace con azúcar y clara de huevo; es más difícil que el profano en las artes del puchero sepa que la masa del hojaldre se hace con harina de trigo, mantequilla, sal y algunos otros aditivos que me propongo reseñar. Ningún comentario merece la adición del ácido cítrico, la mismo molécula que contienen los jugosos limones y naranjas; poco debo aclarar sobre el emulsionante, la lecitina o el estearoil-lactilato de sodio, que se añade para que se mezclen sustancias que no se combinan solas. Si el diligente cocinero, en vez de hacerlo él mismo, prefiere comprar el hojaldre industrial, cuente con que tenga ácido sorbico, sustancia que previene el desarrollo de mohos y aumenta la vida útil del producto. Por último, entiendo que debo dar alguna explicación sobre los antioxidantes que se añaden a la masa del hojaldre para evitar que las grasas se oxiden; y lo hago, no tanto para satisfacer la curiosidad, sino porque pueden atañer a la salud del comensal; se debe esta pequeña digresión a que se usan como agentes antioxidantes tanto el saludable tocoferol (la vitamina E) y el galato de propilo, que puede obtenerse de un pequeño árbol peruano, como tres moléculas autorizadas por la legislación sanitaria española, el butilhidroxianisol (BHA), posible cancerígeno, el butilhidroxitolueno (BHT) y la terbutilhidroquinona (TBHQ) ambas sustancias disruptores endocrinos que, además, los investigadores han demostrado que, en cantidades superiores a las autorizadas para los humanos, producen cánceres si las ingieren ratas y hámsteres, animales -como sabrá el culto lector- que son tan mamíferos como nosotros.
Dos prevenciones debemos considerar quienes nos deleitamos con tan exquisitos pasteles. Algunas veces -lo ha comprobado el sibarita escritor- nos dan el milhojas con el hojaldre quemado, prevéngase el avisado lector: contiene benzopireno, peligrosa molécula cancerígena. Otro riesgo sanitario se debe tener presente siempre que se calienten juntos los azúcares y las proteínas (presentes en la harina del hojaldre): se forman las letales y cancerígenas acrilamidas, en mayor cantidad cuanto mayor sea la temperatura de cocción y más intenso el color marrón del producto. Conocido el riesgo ya podemos valorar y sortear los peligros que nos acechan… ¡Disfrutemos entonces de los suculentos milhojas!

sábado, 9 de diciembre de 2023

Energía geotérmica


En la actualidad la producción de electricidad mediante energía geotérmica es escasa; sin embargo, una compañía eléctrica fundada por unos investigadores, Quaise, intenta una revolución energética mundial usando energía geotérmica para producir electricidad. Pretenden perforar la corteza a gran profundidad para acceder al calor interno de la Tierra y obtener energía barata. Pero no se trata de una excavación cualquiera; usarán sistemas de perforación tradicionales para llegar a los cinco kilómetros de profundidad; a partir de ahí, emplearán una perforadora de plasma, inventada por Paul Woskov y desarrollada en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. La energía dirigida que sale del taladro es capaz de vaporizar cualquier roca; con él esperan llegar a veinte kilómetros de profundidad, una distancia inalcanzable con las perforadoras mecánicas habituales. A esta profundidad se miden quinientos grados centígrados, temperatura capaz de hacer que funcione la turbina de una central térmica. 
Para aprovechar las infraestructuras existentes y conseguir que la implantación de esta fuente de energía sea barata sus promotores pretenden perforar donde ya existen centrales térmicas, que usan combustibles fósiles. Las centrales tradicionales se adaptarían para utilizar la nueva fuente de calor: las turbinas funcionarían con el vapor de agua procedente del pozo geotérmico en vez de con el vapor de agua generado por la quema de combustibles fósiles.
La geotermia es la fuente primaria de energía limpia que proporciona el suministro más estable de la Tierra, casi inagotable, activa todos los días y durante las veinticuatro horas del día, sin combustibles, sin residuos, sin limitaciones geográficas -podría implantarse en cualquier lugar si se consiguen tales profundidades-, y a un coste reducido; exigiría usar menos suelo y materias primas que otras energías renovables. También eliminaría la necesidad de los combustibles fósiles, por lo que la economía crecería sin generar dióxido de carbono. Con una décima del uno por ciento del calor interno terrestre se alimentaría la civilización durante millones de años. Señalan sus promotores: “La geotermia puede proporcionar la escala de energía adecuada para nuestra civilización y cuenta con una mano de obra, una cadena de suministro y un marco normativo establecidos para hacerlo más rápidamente que la fusión”. ¿Hay alguna verdad en tan optimistas declaraciones? En Islandia, que obtiene electricidad de la energía geotérmica; la factura energética media -electricidad, calefacción y agua caliente- ronda los veinte euros. 
Los ingenieros de Quaise pretenden disponer de un prototipo en el tercer decenio de este siglo. ¡Les deseo éxito!

sábado, 2 de diciembre de 2023

Senescencia celular


“Ya no es ayer, mañana no ha llegado;
hoy pasa y es y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.”
Aparto -con cierta saudade- la poesía para fijarme en los procesos bioquímicos que nos conducen a envejecer y morir; porque cuanto más los conozcamos mejor diseñaremos terapias para contrarrestarlos. Envejecemos porque nuestras células envejecen; las células no pueden dividirse indefinidamente, lo hacen hasta un límite concreto (de Hayflick, apellidado), que cuantifica la edad máxima aproximada, ciento veinte años, que, supuestamente, los humanos podemos vivir. Cabe preguntarse entonces por qué envejecen las células antes de llegar al límite. Citaré cuatro factores que los biólogos han vinculado al envejecimiento celular: el estrés oxidativo: las moléculas dañadas por el oxígeno respirado se acumulan en nuestras células, es el precio que pagamos por obtener energía debido a la combustión de los nutrientes con el oxígeno; la inflamación crónica -común al envejecimiento y a las enfermedades más frecuentes-; las alteraciones epigenéticas: reacciones químicas que modifican la actividad de nuestro ADN sin alterar su secuencia; y la senescencia celular. Comentaré esta última. 
Por varias causas algunas células detienen su ciclo vital, ni se dividen, ni se suicidan, los bioquímicos las llaman células zombis o senescentes. Tales células tienen dañados sus componentes, alterado su metabolismo y liberan sustancias que favorecen la inflamación en su entorno. La senescencia celular no perjudica al organismo cuando se reparan daños o inhiben tumores; pero si se prolonga indefinidamente perjudica al cuerpo y acelera el envejecimiento. Disponemos de datos que lo corroboran: numerosas células senescentes están presentes en enfermedades como la sarcopenia, lipodistrofia o las cataratas, y su eliminación mejora la salud de los enfermos; en la aterosclerosis, la senescencia celular es una señal que inicia la formación de placas de ateroma. 
Los biólogos sospechan que existen sustancias -moléculas senolíticas- capaces de anular la inhibición al suicidio que presentan las células senescentes. A comienzos del siglo XXI han iniciado su búsqueda; y ya conocen algunas: la quercetina, contenida en las alcaparras, cebollas, manzanas, arándanos y ciruelas; la fisetina, presente en las fresas, manzanas y cebollas; y algún fármaco como el dasatinib. Quien desdeñe ingerir sustancias evite hábitos como la obesidad, el sedentarismo y el tabaquismo porque favorecen el mantenimiento y el aumento del número de células senescentes. En cualquier caso, sepa el saludable lector que nuestro sistema inmune elimina las células senescentes, pero, para desgracia nuestra, tal capacidad se pierde paulatinamente cuando envejecemos.