Los
esquimales han visto la migración de los caribúes americanos, igual que los
bantúes la de los ñus africanos. Una de cada tres especies de aves europeas y
la mitad de las especies de aves norteamericanas migran, recorren largas
distancias –el charrán ártico protagoniza la migración más larga: setenta y un
mil interminables kilómetros-para huir del frío o de la sequía y evitar la
falta de alimentos; a diferencia de ellas sólo unos pocos mamíferos las imitan,
y entre el único grupo de mamíferos voladores que existe, solo una treintena de
especies de murciélagos migran, algunos superando los mil kilómetros anuales de
desplazamiento, para encontrar refugios donde hibernar. El naturalista lector
probablemente las desconozca por dos razones: los murciélagos vuelan
exclusivamente de noche y se refugian en lugares recónditos. La migración de
unos murciélagos africanos, la más numerosa entre los mamíferos, quizá sea la
más vistosa: ochos millones de individuos vuelan del Congo al Kasanka National
Park en el norte de Zambia para comer la fruta del musuku. El vuelo de estos animales
proporciona, al visitante que se acerque a la región para contemplarla, un
espectáculo inolvidable.
Cierto,
una especie de murciélagos, el vampiro común, tiene dientes filosos que le
sirven para hacer cortes nítidos y anticoagulantes en la saliva, para que el
fluido brote de la herida con facilidad, y poder alimentarse con la sangre. No
se deje influenciar por sus miedos el temeroso lector, los humanos debemos proporcionar
la mayor protección posible a los más de mil murciélagos diferentes que existen
en nuestro planeta, desde el diminuto murciélago abejorro -que pesa gramo
y medio- hasta el zorro volador -que alcanza el kilo y cuarto-, por una razón
contundente: la mayor parte son insectívoros. Los datos lo demuestran: los
murciélagos que habitan en las áreas urbanas llegan a consumir catorce
toneladas de insectos en una sola noche. Añadiré –para acrecentar la simpatía
hacia estos animalitos- que los murciélagos pueden volar embriagados. Los
científicos midieron su tasa de alcohol en sangre tras consumir frutas
fermentadas; la prueba de alcoholemia mostraba un valor superior al cero coma
tres por ciento (los humanos tendrían prohibida la conducción de vehículos), sin
embargo, estos mamíferos volaban con la misma destreza: lo que demuestra su
tolerancia al alcohol. El escritor, aunque no toma habitualmente bebidas
alcohólicas, se pregunta ¿no sería interesante averiguar cómo lo hacen?