La
ignorancia que tenemos los españoles de nuestra historia alcanza cotas
alarmantes. Soy aficionado a leer esos raros libros donde se recuerdan a héroes
olvidados, compatriotas nuestros, en circunstancias excepcionales: Pedro
Menéndez de Avilés, fundador de San Agustín, la primera ciudad de Estados
Unidos, en 1565; Blas de Lezo quien derrotó en Cartagena de Indias a una de las
mayores flotas (ciento ochenta y seis buques ingleses) que ha existido antes del desembarco de
Normandía, en 1741; Ruy González de Clavijo, embajador en la corte mongola de
Tamerlán, en 1403; Blas de Ruiz, gobernador de Camboya, en 1596; Manuel Iradier,
émulo de Henry Stanley, y explorador del golfo de Guinea a finales del siglo
XIX; la último evocación es para Pedro Páez, quien descubrió, en 1618, las fuentes del Nilo azul, que
aporta el ochenta por ciento del caudal de agua al río de los faraones.
Me referiré ahora a los también olvidados palisandros. El comercio ilegal de madera constituye
un negocio de decenas de miles de millones de dólares. La Convención sobre el
Comercio Internacional de Flora y Fauna (CITES) ha acordado regular el comercio
de varias especies árbol (entre ellas varias especies de palisandro) para
reducir su tala ilegal. Los palisandros, árboles del género botánico Dalbergia que
abarcan a treinta y tres especies comerciales de maderas nobles, están siendo
talados a un ritmo vertiginoso: más de una docena de especies corren grave
peligro de desaparecer en un futuro próximo. Aunque gozan de protección en sus
países de origen las medidas no han frenado el auge del comercio ilegal que,
desgraciadamente, incluye el arrasamiento de árboles centenarios. El peligro es tal
que las autoridades tailandesas confiscan, en promedio, un cargamento diario.
Con
el término palisandro, seguido por el nombre del área geográfica de la que
proceden, se comercializan varias especies de madera exótica, de características
similares -tienen en común su dulce aroma floral-, procedentes de árboles de América
Central, Sudamérica, sudeste Asia y África: palisandro de Brasil (jacarandá),
palisandro cocobolo (madera de granadillo), palisandro de Madagascar,
palisandro de Nicaragua, palisandro de Bahía, palisandro de Honduras,
palisandro de Siam o palisandro de Vietnam. Una
última aclaración: la palabra palisandro proviene del francés
palissandre, que a su vez lo hace del español palosanto; por esta razón se han
considerado, a menudo, sinónimos, aunque palosanto sea otro grupo de maderas,
muy duras, usadas en muebles y pianos, también del género Dalbergia.
2 comentarios:
Qué curioso, el piano que tocaba era de una clase de palissandro (marca Roland). Me lo habían comentado en la tienda al comprarlo, y yo en mi absoluta ignorancia no le di ni siquiera importancia a ese nombre. Nunca me había informardo sobre este material, ya que me parecía bonito y para mí era suficiente con eso. Inesperadamente, ahora sé lo que hay detrás de ese nombre. ¡Muchas gracias!
Estimada Adriana
Existe otra posibilidad. La madera de tu piano (oscura, supongo) puede ser de palisandro africano.
Aunque existe en el asunto una considerable confusión de nombres considera que el palisandro africano es un árbol distinto del palisandro; aquél es Guibourtia ehie y éstos Dalbergia (ambos pertenecen a la misma familia botánica).
Salidos de Epi
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