sábado, 25 de mayo de 2019

América hace dieciséis mil años


Homo sapiens fue la única especie humana (entiendo humana como perteneciente al género Homo) en alcanzar el continente americano; penetraron por Alaska, que para ellos era una extensión de Siberia, hace dieciséis mil años. Para hacerlo, los cazadores recolectores, cuyo cuerpo estaba adaptado a la sabana africana, tuvieron que aprender a soportar las extremas condiciones árticas; inventaron soluciones ingeniosas para hacerlo como la ropa térmica, las raquetas de nieve, nuevas armas, elaboradas técnicas de caza y otras muchas habilidades de supervivencia. Al principio solamente unos pocos individuos vivían en América, pero hace catorce mil años un calentamiento global fundió el hielo y abrió un paso fácil hacia el mediodía; en dos milenios, los sapiens se extendieron por todo el continente, cruzando los trópicos y el ecuador, hasta llegar al extremo meridional de América. Asombroso periplo en el que hallaron una enorme variedad de climas y ecosistemas nuevos; una increíble colonización que muestra el portentoso ingenio y la adaptabilidad sin parangón de los sapiens.
La conquista de América por nuestros antepasados no resultó incruenta: dejó atrás un largo reguero de víctimas. Los primeros americanos encontraron en las llanuras mamuts y mastodontes, caballos y camellos, leones gigantes, felinos de dientes de sable, roedores del tamaño de osos y perezosos de ocho toneladas con seis metros de altura; además de decenas de especies de enormes mamíferos, también medraban en el continente ciclópeos reptiles y descomunales aves. Sin embargo, dos milenios después de la llegada de los Homo sapiens, toda esa biodiversidad había desaparecido, la mayoría de la megafauna americana se había extinguido: Norteamérica perdió treinta y cuatro géneros de mamíferos grandes, de los cuarenta y siete existentes; y Sudamérica, cincuenta de los sesenta que había; no sólo ellos, miles de especies de mamíferos, reptiles y aves de menor tamaño se extinguieron. Los análisis de paleontólogos y arqueólogos muestran el mismo hecho: los últimos restos de la megafauna se remontan al período en el que los humanos colonizaron América, es decir, a hace entre catorce mil y once mil años. Las islas del Caribe constituyen la excepción: los últimos restos de la megafauna aparecen más tarde… justo cuando los primeros pioneros humanos llegaron a las islas.
Incluso contando con la complicidad del cambio climático para extinguir a la megafauna americana, la contribución humana fue decisiva, no podemos eludir la verdad, Homo sapiens, o sea, nuestros antepasados fueron culpables.

sábado, 18 de mayo de 2019

Asimetría de las biomoléculas


Los químicos han comprobado que, cuando sintetizan alguno de los aminoácidos constituyentes de las proteínas en sus laboratorios, obtienen la misma cantidad de dos compuestos; idénticos entre sí como dos guantes, el aminoácido derecho (D) y el aminoácido izquierdo (L). ¿Por qué, entonces, los seres vivos están hechos únicamente con moléculas L?
Los expertos también han comprobado que la luz ultravioleta con polarización circular destruye las moléculas de una mano (D o L). Antes de continuar la argumentación señalaré que la polarización circular no es un fenómeno extraño: la luz reflejada por el escarabajo de las rosas (Cetonia aurata) o por un vidrio, sin ir más lejos, tiene polarización circular. Sin embargo, no había tal luz en la Tierra primitiva. Por otro lado, los geólogos han analizado la composición de  meteoritos y cometas, que han suministrado aminoácidos a la Tierra prebiótica, y también han hallado en ellos un exceso de aminoácidos L; aún más, irradiaron hielos semejantes a los presentes en meteoritos y cometas, que contenían tantas moléculas D como L, con luz ultravioleta con polarización circular; y observaron que se producía un exceso de aminoácidos L (concretamente, el uno por ciento de exceso de alanina).
La conclusión de los experimentos y observaciones anteriores resulta obvia, se necesitan dos condiciones para formar un exceso de moléculas L sobre D: que exista luz ultravioleta con polarización circular y que exista la materia apropiada. ¿Hay algún lugar donde se cumplan ambas condiciones? Por un lado, se ha detectado luz ultravioleta con polarización circular en la Gran Nebulosa de Orión, similar a la región en que se formó el Sistema Solar; por otro, se sabe que allí hay materia abundante, pues se están formando nuevas estrellas en las nubes moleculares gigantes. Corresponde, ahora, buscar alguna explicación que nos muestre el mecanismo por el que la luz se polariza. Se ha hallado: la luz ultravioleta de las estrellas se polariza de forma circular, cuando se dispersa en los granos de polvo interestelar, alargados y orientados en diferentes direcciones por el campo magnético de la galaxia.
En resumen, cabe concluir que la asimetría de las biomoléculas terrestres (la preferencia de aminoácidos L sobre D) se originó en un ambiente extraterrestre; concretamente, por la acción de la luz ultravioleta con polarización circular sobre la materia orgánica presente en los hielos del medio interestelar con que se formó el sistema solar.

sábado, 11 de mayo de 2019

Terapia con fagos

     Durante la I Guerra Mundial las autoridades sanitarias europeas encargaron a Félix d’Herelle, candidato fallido a premio Nobel y pionero de la guerra antimicrobiana, remediar la epidemia de disentería que afectaba a los combatientes. Dejo que el propio científico relate su eficaz trabajo “La mañana siguiente… experimenté uno de esos momentos de intensa emoción que compensan al investigador de todas sus penas... todas las bacterias [Shigella, causante de la enfermedad] habían desaparecido... fue tal mi emoción que de repente lo comprendí: lo que causaba las manchas claras era de hecho un microbio, un virus filtrable, pero un virus que era parásito de las bacterias”. El investigador había descubierto los fagos (o bacteriófagos), unos virus que destruyen bacterias. En 1919, administró fagos a un niño aquejado de disentería: lo curó, nada más hay que añadir. Estimulado por el éxito, Félix d’Herelle promovió la terapia antibacteriana con fagos obteniendo resultados ambiguos: mientras que los países de la antigua Unión Soviética e India la practicaron, el resto del mundo prefirió los antibióticos.

     ¿Por qué nosotros no usamos la terapia con fagos?, se pregunta el escritor. Transcribiré, a continuación, las ventajas e inconvenientes de la fagoterapia para que el cauto lector juzgue. Facilidades de los fagos: rompen las células bacterianas resistentes a antibióticos; son específicos, y por tanto no dañan la biota del paciente; no generan reacción con los anticuerpos; el tratamiento puede ser preventivo; y, en muchos casos, se requiere una dosis única de fagos para disminuir la infección. Reparos a la fagos: son específicos, y por tanto su ámbito de acción es limitado; pueden producir niveles altos de endotoxinas en infecciones causadas por bacterias Gram-negativas; son eliminados rápidamente por el sistema inmune; es difícil lograr fármacos sólidos; es difícil proporcionar fagos; y resulta complicado registrar la propiedad intelectual. En 2010 y en un artículo titulado “Los bacteriófagos como una alternativa en el tratamiento de enfermedades infecciosas bacterianas (Fagoterapia)”, los científicos Nallelyt Segundo, Efrén Hernández, Oliver López y Oscar Torres analizaron el estado de la cuestión. Teniendo presente que la fagoterapia reduce, pero no elimina las bacterias, cabe señalar que los virus bacteriófagos ya se han aplicado en el tratamiento de infecciones bacterianas de Pseudomonas, Staphylococcus, Escherichia y Mycobacterium, resistentes a los antibióticos, con diferentes grados de eficacia, que van desde el setenta y cinco por ciento al cien por cien.

     El escritor sigue ignorando las causas por las que no usamos más a menudo la terapia con fagos. 

sábado, 4 de mayo de 2019

Colisiones estelares


Para el observador que lo presencia, el choque de dos estrellas debe proporcionar un espectáculo maravilloso. Hasta hace poco se creía que era un fenómeno imposible; las distancias interestelares adquieren tal magnitud que no cabe imaginar un encuentro violento de una estrella con otra; al Sol podrán ocurrirle otras calamidades, pero no una colisión con otra estrella. James Jeans hizo los cálculos pertinentes: desde que existe la Vía Láctea, nunca han chocado dos estrellas, de los cien mil millones que pueblan el disco de nuestra galaxia. No significa eso que las colisiones sean escasas, la suposición de Jeans no vale para regiones exóticas; concretamente, la mitad de las estrellas de los cúmulos de la Vía Láctea –se conocen centenar y medio- es probable que hayan chocado alguna vez.
¿Qué ocurre cuando dos estrellas colisionan? Como si se tratase de dos vehículos, el encontronazo depende de varios factores: la velocidad, la estructura del coche y que el golpeo sea frontal o lateral. Hay encuentros que apenas abollan los parachoques, otros que corresponden a un siniestro total, y muchos se hallan entre ambos extremos. Así sucede con los astros: el resultado de un choque frontal entre dos estrellas solares dejará una única estrella fusionada; en cambio, en la colisión frontal entre una enana blanca (muy densa) con una estrella solar, ésta quedará aniquilada, y apenas nada cambiará en aquélla; algo semejante le sucede a una sandía –explota- al ser atravesada por una bala.
Imaginemos un choque frontal entre el Sol y una enana blanca (que almacena la masa del Sol en un tamaño cien veces menor). La enana blanca penetraría en la estrella a una velocidad hipersónica, produciendo una onda de choque que calentaría al Sol hasta una temperatura superior a la ignición nuclear. En una hora, la enana blanca habría atravesado la estrella pero el daño sería irreparable: el Sol, sobrecalentado, produciría la energía de cien millones de años en ese breve intervalo. El aumento de la presión expulsaría el gas y la estrella se dispersaría en pocas horas. En otras palabras, tras la colisión, el Sol estallaría como una inmensa bomba nuclear, dejando tras de sí una nebulosa gaseosa. Mientras tanto, la causante de la catástrofe continuaría, impávida, su viaje. ¿Qué le pasaría a los planetas? Sin nadie que los atrajera, se perderían en el espacio; la Tierra, además, sin océanos ni atmósfera, que se habrían evaporado. Congratulémonos, semejante suceso sólo es una pesadilla.