sábado, 18 de julio de 2020

Química y esquizofrenia


     Vincent van Gogh, Edgar Allan Poe y John Nash padecían esquizofrenia, sin duda alguna. También sin duda, los disidentes políticos soviéticos no eran enfermos mentales; la Asociación Mundial de Psiquiatría condenó, en su Sexto Congreso Mundial, una práctica habitual en la Unión Soviética: el diagnóstico de esquizofrenia para encarcelar a los opositores políticos, prescindiendo de un proceso judicial. Dejemos a un lado los casos claros y centrémonos en los dudosos: ¿Eran esquizofrénicos Hitler o Stalin? ¿Y el Ingenioso Hidalgo de la Mancha quien, en su despedida, exclama “Yo fui loco, y ya soy cuerdo: fui don Quijote de la Mancha, y soy ágora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno”? ¿Padecía una enfermedad mental, don Quijote?
     Los psiquiatras, aunque poco, algo saben ya de la esquizofrenia: se trata de una enfermedad cerebral cuyos pacientes presentan síntomas psicóticos que incluyen alucinaciones (ven o escuchan cosas que no existen), delirios (tienen creencias que, evidentemente, son falsas), dificultad para organizar pensamientos e incapacidad para tomar decisiones. 
     Se desconoce su causa y no hay cura: los medicamentos sólo ayudan a controlar los síntomas. Sin embargo, comienzan a abrirse grietas en el velo de la ignorancia. Se han descubierto dos aplicaciones terapéuticas del receptor de dopamina, una molécula proteica que contienen algunas neuronas del cerebro: las moléculas activadoras del receptor combaten la enfermedad de Parkinson y las inhibidoras mejoran los síntomas de la esquizofrenia. El hecho que los fármacos antipsicóticos induzcan, como efecto secundario, la enfermedad de Parkinson, nos ha proporcionado una nueva idea: tal vez tales anormalidades bioquímicas sean la base de la esquizofrenia. Si los fármacos que bloquean los receptores de dopamina reducen los síntomas de la esquizofrenia, quizá la enfermedad sea una consecuencia de una actividad excesiva de las neuronas sintetizadoras de dopamina en algunas regiones del cerebro; tal exceso liberaría exceso dopamina, lo que conduciría a una excesiva estimulación de los receptores de dopamina. La clorpromacina -fármaco antipsicótico-, al bloquear los receptores, impediría la sobrecarga de estímulos, disminuyendo los síntomas de la enfermedad.
     Después de aludir a la locura del Ingenioso Hidalgo obligatoriamente debo acabar con una nueva cita: “-¡Ay! -respondió Sancho llorando-, No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía.”

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