A
veces tengo nostalgia; me viene el mal al cerrar los ojos y rememorar
la primavera porque canta la calandria, el verano porque el viento
lleva pétalos de amapolas, el otoño porque se van las golondrinas o
el invierno porque florecen los almendros. Abro el libro “En
defensa de la Ilustración”. Por la razón, la ciencia, el
humanismo y el progreso, escrito por Steven Pinker: se esfuma la
nostalgia y la razón ocupa de nuevo su lugar. En quinientas páginas
que se leen con interés el autor demuestra sin márgenes de duda
una tesis: la historia del progreso humano es gloriosa y no es
patrimonio de ninguna tribu, sino de toda la humanidad y de todo
aquel capaz de razonar. ¿Es demostrable que la humanidad ha
progresado desde el paleolítico hasta hoy? Cabría pensar que a tal pregunta seríamos incapaces de darle una
respuesta; sin embargo, resulta fácil hacerlo, sólo se requieren
algunas convenciones. La mayoría de la gente está de acuerdo en que
la vida es mejor que la muerte, la salud mejor que la enfermedad, el
sustento mejor que el hambre, la abundancia mejor que la pobreza, la
seguridad mejor que el peligro, la paz mejor que la guerra, la
libertad mejor que la opresión, la igualdad de derechos mejor que la
discriminación, la alfabetización mejor que el analfabetismo, el
conocimiento mejor que la ignorancia, la inteligencia mejor que la
torpeza, la felicidad mejor que el sufrimiento, el disfrute de
familia, amigos, cultura y naturaleza mejor que el trabajo penoso y
la monotonía. Todo ello puede medirse. Por supuesto que no todos
estarán de acuerdo con la lista, pero es un buen comienzo. Cierto,
se han dejado fuera valores trascendentes o religiosos y virtudes
aristocráticas como la salvación, la gracia, el honor, la gloria o
el heroísmo; pero resulta que la gente prioriza la vida, la salud o
la seguridad. Los estudios efectuados, plasmados en medidas
numéricas, proporcionan dos ideas sorprendentes. Una: los datos nos
indican que el mundo ha hecho progresos en cada una de las medidas
numéricas
del
bienestar humano; dos: casi nadie lo sabe.
¿Por
qué los libros que nos demuestran el progreso no han recibido
premios importantes, en cambio sí han sido galardonados los que
disertan sobre el genocidio, el terrorismo, el cáncer, el racismo o
la extinción? ¿Puedes tú, amigo lector, proporcionar una
respuesta?
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