En
el año 1752, Benjamin Franklin llevó a cabo, en Filadelfia, un
famoso experimento. Ató un cometa, con esqueleto de metal, a un hilo
de seda cuyo extremo llevaba una llave metálica, y lo hizo volar un
día de tormenta: halló que la llave cargaba de electricidad un
condensador. Demostró así que las nubes contienen electricidad.
Tuvo mucha suerte porque, un año después, el profesor Georg Wilhelm
Richmann efectuó pruebas semejantes… con menos fortuna: un rayo lo
electrocutó; recibió una descarga eléctrica mortal durante el
experimento (cincuenta mil amperios es la intensidad media de un
rayo). Sólo queda por agregar que, gracias a estos intrépidos
experimentadores, se fabricaron los primeros pararrayos.
¿Cómo
nos afecta la electricidad? Sabemos que la corriente eléctrica
produce lesiones e incluso la muerte; pero antes de continuar
recordaré el significado de tres magnitudes eléctricas
fundamentales: la intensidad de corriente (los amperios) mide la
cantidad de electricidad que circula; la resistencia determina el
grado de dificultad que halla la corriente eléctrica en su camino; y
la diferencia de potencial (los voltios), si uso un símil
hidráulico, sería la presión del agua circulante, proporcionada
por una bomba o una diferencia de nivel. El valor de la resistencia
eléctrica de un cuerpo humano no sólo depende del valor de la
diferencia de potencial, sino también de cuánto tiempo la corriente
atraviesa el cuerpo y del grado de humedad de la piel; tomando como
referencia la resistencia de una mano con la piel seca, una corriente
alterna a la frecuencia de la red (cincuenta hertzios) y una red
doméstica (doscientos treinta voltios) se han establecido los
siguientes valores: el cinco por ciento de la población tiene una
resistencia inferior a mil ohmios y el cinco por ciento superior a
dos mil ciento veinticinco. La intensidad de corriente que atraviesa
a alguien depende del resultado de la división entre doscientos
treinta voltios y la resistencia del cuerpo. Hasta quince
miliamperios -umbral que marca la incapacidad para soltar un cable-
se notan cosquilleos; de quince a cincuenta miliamperios -límite al
que aparece la fibrilación ventricular- se aprecian contracciones
involuntarias e, incluso, se llega a la inconsciencia; entre
cincuenta miliamperios y un amperio el choque eléctrico es grave: se
produce fibrilación ventricular, paro cardíaco reversible,
quemaduras y riesgo de muerte; de uno a cinco amperios, el
accidentado presenta quemaduras muy graves, parada cardíaca y la
muerte es probable. ¡Sea precavido quien use la electricidad!
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