Cambia la estación y nos resfriamos; lo notamos porque nuestro cuerpo fabrica una cantidad casi inacabable de moco. Necesaria sustancia viscosa y adherente que, además de las molestias que ocasiona, cubre la superficie de los órganos expuestos al medio ambiente externo. El moco, la mucosidad, protege a los pulmones y a las vías aéreas de la desecación, de los patógenos y de los alérgenos; ampara al estómago e intestino de la agresión química o bacteriológica; y actúa como lubricante en el esófago y colon. No sólo en las mucosas de las vías respiratorias y digestivas se hallan las células secretoras del moco -apellidadas caliciformes-, también pueden encontrarse en los conductos del aparato reproductor, del oído, de la nariz y de la laringe.
Compuesto por el noventa y cinco por ciento de agua, el moco también contiene proteínas como las lisozimas, inmunoglobulinas y las mucinas, siendo éstas últimas los componentes principales. La propiedad de proporcionar viscosidad y la capacidad para formar geles son características de las mucinas, que también pueden crear una red que retiene a los patógenos o a las sustancias perjudiciales; y no sólo salvaguardan al organismo de los agentes externos, alguna de ellas hasta interviene en la formación de hueso.
Fijémonos en las mucinas intestinales. Unas, la mayoría, se secretan al espacio interior del intestino, otras permanecen ancladas a la membrana de las células intestinales; las primeras forman parte del moco, donde viven las bacterias, mientras que las segundas constituyen una barrera de protección. Cien billones de bacterias, diez veces más que células humanas, componen nuestra microbiota intestinal; casi siempre beneficiosa, sólo recientemente los biólogos han descubierto que la alteración de los microbios del intestino causa enfermedades. Las mucinas que contiene el moco intestinal protegen a las células, tanto de las agresiones físicas como de los microorganismos patógenos o de la superpoblación de bacterias. En las enfermedades inflamatorias intestinales el moco se vuelve permeable; como consecuencia las bacterias proliferan, promueven una inflamación y se vuelven dañinas; es entonces cuando la barrera que proporcionan las mucinas ancladas en las membranas celulares muestra su importancia, y si éstas también fallan sobreviene la enfermedad.
Los biólogos saben que la estructura química de las mucinas o su producción se ha alterado en las enfermedades inflamatorias intestinales, en las enfermedades pulmonares -como el asma, la bronquitis, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC)- y en el cáncer de páncreas, pulmón, ovario o colon. Todavía no han averiguado por qué.
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