En nuestro planeta se funde cada año una enorme masa de rocas, que forman algo más de quince kilómetros cúbicos de magma. ¿Por qué se funden las rocas? Porque se calientan, porque disminuye la presión que soportan o porque se les añade agua. Durante las erupciones volcánicas vemos la décima parte del magma producido; dos tercios del magma vuelven a convertirse en rocas en el interior del planeta sin haber alcanzado la superficie. El magma se produce en distintos lugares de la corteza terrestre: el ochenta por ciento en las dorsales oceánicas, o sea, en los bordes constructivos de las placas; el trece por ciento, en las grandes cadenas de montañas, o sea, en los bordes destructivos de las placas; el siete por ciento restante se produce en el interior de las placas: o en una columna caliente o en una fractura.
Cuando el magma alcanza la superficie, se enfría y cristaliza rápidamente: forma entonces pequeños cristales constituyentes de las rocas volcánicas; si la excesiva rapidez del enfriamiento impide la formación de pequeños cristales, se forma vidrio; la mitad de la lava es vidrio volcánico con cristales incorporados. Si el magma se enfría lentamente antes de llegar a la superficie terrestre se forman gruesos cristales, característicos de las rocas plutónicas.
Consideramos magma a la roca fundida en el interior terrestre; en cuanto sale al exterior -entre novecientos y mil grados centígrados- la llamamos lava; lava que se derrama, durante la erupción de los volcanes, desde una chimenea o desde una fractura en la corteza terrestre. La lava, como el magma, está compuesta por silicatos; si tiene poca sílice tiende a ser oscura, debido al mucho hierro y magnesio, es poco viscosa y fluye rápidamente; si tiene mucha sílice presenta tonos claros, debido al cuarzo y feldespatos, es más viscosa y fluye con lentitud. El magma también contiene gases disueltos; vapor de agua sobre todo, en menor proporción dióxido de carbono, dióxido de azufre, sulfuro de hidrógeno, monóxido de carbono, ácido clorhídrico, helio e hidrógeno. Fijándose en su composición los geólogos distinguen cuatro clases de magmas: uno, pobre en sílice, asciende con lentitud y produce basaltos; también genera basaltos otro, rico en sílice, que asciende rápidamente. Una tercera clase, más abundante en sílice todavía, produce andesitas (una variedad de rocas); la cuarta, formada por cuarzo y feldespatos, proporciona granitos.
La liberación de calor interno y la formación de corteza terrestre constituyen el balance del proceso
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