La química a veces, sobre todo en el pasado, resultaba un oficio peligroso. El químico Pierre Louis Dulong perdió dos dedos y un ojo en dos explosiones ¿Cómo? se preguntará el inquisitivo lector. Preparando, por primera vez, una peligrosa sustancia, la tricloramina (el tricloruro de nitrógeno) en el año 1812. Un año más tarde otra prematura explosión del mismo compuesto afectó a Sir Humphry Davy, quien acababa de contratar a Michael Faraday, singular aprendiz que llegaría a convertirse en uno de los grandes científicos de la historia; pero ni siquiera el futuro genio se libró de la explosión de la caprichosa sustancia.
Aunque lo ignoren, muchos bañistas están en contacto con tan infausto compuesto que aparece en el lugar más insospechado: el olor a cloro que se percibe en las piscinas se debe a la tricloramina; que se forma al reaccionar el ácido hipocloroso, producido al añadir el desinfectante habitual (hipoclorito sódico) al agua, con el amoníaco o con compuestos semejantes a él… como la urea de la orina que algunos bañistas poco escrupulosos vierten en la piscina.
La tricloramina, líquido muy explosivo -como ya hemos escrito antes- sensible a la luz, al calor y a los golpes moderados, es tóxica: su contacto irrita la piel, los ojos y las mucosas; su inhalación irrita los bronquios de forma severa y puede desencadenar un edema pulmonar; y su ingestión produce náuseas, vómitos y coma.
En la actualidad parece obvio que tal producto debería encuadrarse entre los peligrosos para la salud; sin embargo, no siempre ha sido así. La tricloroamina se comercializó para blanquear y conservar harinas artificialmente, pero fue prohibido en 1949, tras comprobarse en 1947 que causaba desórdenes neurológicos severos. Una hipótesis, publicada en 1998, sostiene que la presencia en la dieta de un subproducto (la metionina sulfoximina) procedente del blanqueo de la harina con tricloramina (proceso agene) pudo aumentar los trastornos neurodegenerativos humanos; los investigadores saben que el subproducto mencionado inhibe la producción de glutatión y glutamina, y no ignoran que las células nerviosas son particularmente sensibles a la disminución de tales moléculas.
Durante la primera mitad del siglo XX, al menos en Gran Bretaña, el ochenta por ciento de la harina se produjo mediante el proceso mencionado. Hágase el sabio lector la pregunta siguiente ¿intervino la tricloramina en la etiología de la enfermedad de Alzheimer, de la enfermedad de Parkinson o de la esclerosis lateral amiotrófica?
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