Cuenta
la leyenda que un día, la diosa Selene, personificación de la Luna,
contempló desde el Olimpo a un apuesto joven, Endimión, quien
dormía plácidamente en una cueva. Se acercó a él, yacieron juntos
y se amaron. Para ellos el tiempo transcurría plácidamente, hasta
que percibieron que el cuerpo de Endimión envejecía. ¿Qué hacer?
Decidieron pedir al todopoderoso Zeus, la inmortalidad para él. El
omnipotente dios accedió al ruego, pero impuso una dramática
condición: el hermoso mortal debería permanecer dormido en un sueño
eterno. Ignoramos cómo se tomaron la resolución los amantes, pero
el hecho es que nacieron medio centenar de hijas, fruto de la
relación. ¡Que no está nada mal! Con tales antecedentes a nadie
sorprenderá que un cráter de la Luna se llame Endimión; resulta
más extraño, sin embargo, que Jöns Jacob Berzelius recurriera al
nombre de la diosa para bautizar a un nuevo elemento descubierto. Y
es que el gran químico sueco no podía saber que el selenio estaba
relacionado con la fertilidad, concretamente, con la infertilidad
masculina; sin el elemento dedicado a la diosa la movilidad de los
espermatozoides es minúscula ¡Ya son ganas de incordiar!
Además
de estar presente en algún champú, el selenio resulta esencial para
la vida; pero ¡cuidado!, porque si bien en concentraciones bajas es
imprescindible, en concentraciones altas puede ser letal: el rango
óptimo es estrecho. Si se incorpora exceso de selenio a la comida o
al agua, se envenena a los animales, y eso sucede en algunos lagos y
ríos debido a la contaminación. Su baja concentración en el
ambiente resulta igual de perjudicial; antes de las masivas
extinciones de especies que ocurrieron en la historia de la Tierra
–concretamente, las ocurridas al final de los periodos Ordovícico,
Devónico y Triásico- la concentración de selenio en los océanos
disminuyó súbitamente, en algún caso, a menos del uno por ciento
del valor actual. Una reducción del oxígeno atmosférico habría
amortiguado la erosión de las rocas, lo que atenuaría la liberación
de selenio al medio; su escasez habría reducido la cantidad de
organismos formadores de oxígeno: un ciclo de realimentación
desastroso. ¿A qué se debe, entonces, la importancia del elemento?
A que se requiere para la formación de ciertos enzimas y proteínas
de muchos organismos, incluyendo algunos componentes del
fitoplancton, base de la cadena alimenticia de los océanos y de la
que dependen, en última instancia, los animales acuáticos: la
penuria habría tenido efectos catastróficos en los ecosistemas
oceánicos.
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