sábado, 2 de mayo de 2020

Reacciones químicas y asfixia




     En el entretenido libro ¿Qué es la Química?, Peter Atkins argumenta que todas las maravillas del mundo, naturales o sintéticas, se han formado exclusivamente mediante la formación y descomposición de moléculas de cuatro únicas maneras. Dicho con otras palabras, que casi todos los cambios naturales se deben a sólo cuatro clases de reacciones químicas. Se producen intercambios de electrones cuando se quema un combustible o se oxida una sustancia llámese metal, mineral o compuesto orgánico; también cuando se reduce un óxido o se realiza la fotosíntesis. Los intercambios de protones, el segundo tipo de reacción, ocurren cuando un álcali, o una droga habitual, neutraliza a un ácido (o viceversa), ácido procedente, quizá, de cualquier exquisita fruta. En la tercera categoría de reacciones aparecen radicales libres, sustancias muy reactivas cuyo exceso es un indeseado producto de nuestro metabolismo; radicales que hallamos en abundancia en cualquier llama.
     Voy a comentar un cuarto tipo de reacciones que los expertos apellidan ácido base de Lewis; una razón me impulsa a hacerlo: intervienen en letales asfixias. Una molécula existe porque los átomos que la forman están unidos, siendo los electrones el pegamento de unión. Habitualmente, cuando se forma una nueva molécula por unión de otras dos, el pegamento lo aportan ambas moléculas, pues bien en las reacciones ácido base de Lewis el pegamento lo aporta una, y no las dos moléculas. Metales como el vanadio, cromo, manganeso, hierro, cobalto, níquel o cobre se unen con otras moléculas de esta egoísta manera formando hermosos compuestos coloreados: como la verde clorofila vegetal (contiene magnesio), la roja hemoglobina (contiene hierro) o la azul hemocianina de la sangre de moluscos y artrópodos (contiene cobre). En la respiración de los animales vertebrados participa una reacción de este tipo: el hierro de la hemoglobina de la sangre se une con el oxígeno. Para nuestra desgracia, el monóxido de carbono, producido en las malas combustiones y que se acumula en locales cerrados, tiene más apetencia por el hierro de la hemoglobina que el oxígeno, lo desplaza, e impide así su transporte de los pulmones a las células donde se consume: en consecuencia, el afectado muere por asfixia. El cianuro también es un veneno mortal; en este caso debido a su reacción ácido base de Lewis con el hierro del citocromo c presente en las mitocondrias celulares; el bloqueo de su funcionamiento impide la respiración celular; cuya fatal consecuencia es, de nuevo, el fallecimiento del afectado.

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