Fatiga
intensa, dolores de músculos y articulaciones, alteración de la
memoria, falta de concentración, cefaleas, dificultades digestivas,
problemas respiratorios. Un sector de la población ha perdido la
tolerancia ante sustancias químicas (en concentraciones no tóxicas),
que son toleradas por otras personas; todo esto significa que los
afectados han superado la capacidad adaptativa de su organismo y, en
consecuencia, dan una respuesta excesiva frente a algunos estímulos
ambientales. En resumen, han desarrollado una patología;
desgraciadamente, sus manifestaciones son permanentes y no se dispone
de ningún tratamiento específico: es imprescindible evitar la
exposición a los estímulos desencadenantes. ¡Atención! El
entendido lector no debe confundir este síndrome con la alergia, una
inflamación, la autoinmunidad o la somatización, con todas ellas
tiene semejanzas sintomáticas, pero diferencias patogénicas.
Quienes presentan los síntomas mencionados son diagnosticados de
sensibilidad química múltiple, un síndrome de sensibilidad central
que engloba también la fibromialgia y la fatiga crónica; porque, en
todos los afectados, los biólogos han observado un aumento de la
actividad de las neuronas sensoriales de la médula espinal, lo que
disminuye el umbral de su respuesta; la hiperexcitabilidad de las
neuronas ante los estímulos desencadena una respuesta excesiva, que
vuelve crónico al proceso. Un mecanismo, que los científicos aún
no han dilucidado con seguridad, provoca un fallo conjunto en el
funcionamiento de los sistemas nervioso central, inmunológico y
endocrino del paciente; lo que origina los diversos síntomas, ya que
no hay órgano que se libre.
El
bioquímico Martin Pall ha elaborado una hipótesis para explicar los
síntomas que presentan los enfermos de sensibilidad química
múltiple, fibromialgia o fatiga crónica. Considera que los tres
síndromes tienen un mecanismo bioquímico común; unos factores
estresantes (ya sean químicos, físicos, biológicos o psicológicos)
inician la producción excesiva de óxido de
nitrógeno-peroxinitrito-superóxido; que puede realimentarse,
convirtiéndose en una patología crónica. Cuando se activa dicho
proceso, se sobreestimulan los receptores cerebrales del glutamato,
se altera la concentración del calcio intracelular, se producen
citoquinas (que estimulan las reacciones inflamatorias), se desregula
la producción de la proteína NF-kB (que controla la respuesta
inmune al estrés), aumentan las sustancias oxidantes y las
mitocondrias funcionan mal; alteraciones que explican los síntomas
de los pacientes.
Como
es lógico -argumenta el bioquímico-, el tratamiento de los enfermos
debe consistir en rebajar la producción y concentración de las
sustancias críticas: óxido de nitrógeno, peroxinitrito o
superóxido.
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