sábado, 3 de octubre de 2015

Centros cerebrales del placer


Para responder a las necesidades básicas que plantea la supervivencia, como la comida, el agua o el sexo, los humanos –y otros animales- hemos desarrollado un sistema de recompensa cerebral. En el pasado los psicólogos pensaban que el estímulo provocaba de una forma directa una respuesta: no es así; el recién nacido toma alimentos y recibe cuidados de la madre y, si las actividades le resultan placenteras, las agrega al repertorio de conductas; la motivación del hambre o de la sed se debe al placer que produce la bebida o comida; por eso es posible saciarse con un plato sabroso o ingerir una bebida deliciosa, sin que exista la sensación de hambre o de sed. Desgraciadamente, en su insaciable curiosidad, el hombre ha aprendido a estimular el sistema del placer con sustancias como el tabaco, el alcohol, la marihuana, la cocaína o la heroína, y no por necesidad de sobrevivir, sino por hedonismo, una conducta imprudente que le conduce a las destructivas adicciones.

James Olds y Peter Milner, a mitad del siglo XX, demostraron que una rata a la que le habían introducido un electrodo en cierta área del cerebro apretaba una palanca para autoestimularse. Es tan poderoso el efecto que los mamíferos llegan a abandonar la comida con el fin de obtener la estimulación cerebral; los psicólogos han asociado tan compulsivo comportamiento con el hábito a las drogas. El sistema de recompensa cerebral se localiza en unas células del sistema nervioso central que emplean la dopamina como mensajero químico; como puede colegirse, y se ha comprobado experimentalmente, los fármacos que interaccionan con la dopamina afectan al sistema de recompensa: si elevan su cantidad facilitan la autoestimulación, si la disminuyen, la deprimen. ¿Dónde se encuentran las neuronas que liberan la dopamina y constituyen los circuitos de recompensa? En distintas áreas del cerebro de enrevesado nombre desde la médula a la corteza: el área tegmental ventral, la amígdala, el área septal lateral, el núcleo olfatorio anterior, el tubérculo olfatorio y el neocórtex. Escrito con otras palabras, el circuito del placer está enlazado con las regiones cerebrales encargadas del conocimiento y de las emociones.

Si añado que los neurocientíficos suponen que los circuitos de recompensa cerebral de los drogadictos están alterados, el sabio lector imaginará el camino que tomarán los investigadores para hallar un remedio a las drogadicciones.

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