Para
responder a las necesidades básicas que plantea la supervivencia, como la
comida, el agua o el sexo, los humanos –y otros animales- hemos desarrollado un
sistema de recompensa cerebral. En el pasado los psicólogos pensaban que el estímulo
provocaba de una forma directa una respuesta: no es así; el recién
nacido toma alimentos y recibe cuidados de la madre y, si las actividades le resultan placenteras, las agrega al repertorio de conductas; la motivación del hambre o de la
sed se debe al placer que produce la bebida o comida; por eso es posible
saciarse con un plato sabroso o ingerir una bebida deliciosa, sin que exista la
sensación de hambre o de sed. Desgraciadamente, en su insaciable curiosidad, el
hombre ha aprendido a estimular el sistema del placer con sustancias como el
tabaco, el alcohol, la marihuana, la cocaína o la heroína, y no por necesidad
de sobrevivir, sino por hedonismo, una conducta imprudente que le conduce a las
destructivas adicciones.
James
Olds y Peter Milner, a mitad del siglo XX, demostraron que una rata a la que le
habían introducido un electrodo en cierta área del cerebro apretaba una palanca
para autoestimularse. Es tan poderoso el efecto que los mamíferos llegan a abandonar
la comida con el fin de obtener la estimulación cerebral; los psicólogos han
asociado tan compulsivo comportamiento con el hábito a las drogas. El sistema
de recompensa cerebral se localiza en unas células del
sistema nervioso central que emplean la dopamina como mensajero químico; como
puede colegirse, y se ha comprobado experimentalmente, los fármacos que
interaccionan con la dopamina afectan al sistema de recompensa: si elevan su cantidad facilitan la
autoestimulación, si la disminuyen, la deprimen. ¿Dónde se encuentran las
neuronas que liberan la dopamina y constituyen los circuitos de recompensa? En
distintas áreas del cerebro de enrevesado nombre desde la médula a la corteza: el área
tegmental ventral, la amígdala, el
área septal lateral, el núcleo olfatorio anterior, el tubérculo olfatorio y el
neocórtex. Escrito con otras palabras, el circuito del placer está
enlazado con las regiones cerebrales encargadas del conocimiento y de las
emociones.
Si
añado que los neurocientíficos suponen que los circuitos de recompensa cerebral de los drogadictos están alterados, el sabio lector imaginará el camino que tomarán los investigadores para hallar un remedio a las drogadicciones.
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