Ya
lo he dicho en otro lugar: me entusiasman los neutrinos. Y no sólo porque
nuestro cuerpo contiene veinte miligramos de potasio radioactivo que emiten
unos trescientos cuarenta millones de neutrinos cada día; neutrinos que
recorren nuestro organismo a velocidades cercanas a la de la luz y escapan hasta
los sitios más recónditos del universo. Tampoco porque no notamos la inmensa
cantidad de neutrinos que recibimos cada segundo: cuatrocientos billones procedentes
del Sol, cincuenta mil millones originarios de la radioactividad terrestre natural
y entre diez y cien mil millones producidos por todas las centrales nucleares.
Mi
entusiasmo atañe a su increíble identidad múltiple. Un neutrino puede adoptar
uno de tres sabores (el sabor electrónico, el muónico o el tauónico) y una de
tres masas (pequeña, mediana y grande). Aclararé que el sabor nada tiene que
ver con la gastronomía, sino con cómo el neutrino interacciona con la materia,
y que la masa determina cómo se propaga por el espacio. Pero mientras que las
partículas habituales tienen masas definidas, los neutrinos violan nuestra
intuición: un sabor no implica una masa, ni viceversa. Si se mide la masa de un
sabor se obtiene de forma aleatoria, una de las tres posibles (cada una tiene cierta
probabilidad de suceder). Del mismo modo si se mide una masa en un neutrino,
resulta alguno de los tres sabores, pero no siempre el mismo. Los objetos
comunes poseen propiedades características: una pelota de baloncesto tiene
seiscientos gramos de masa, quinientos una de fútbol, cien una de tenis. Si
fueran neutrinos, el tipo de pelota y su peso no se corresponderían; en el aire
una se transformaría en otra. Cuando es creado o detectado el neutrino tiene un
sabor determinado, cuya masa es una mezcla de las tres masas, mezcla cuya
composición varía a lo largo del viaje; y por ello el sabor creado y el
detectado pueden ser diferentes. Sucede como si un jugador golpeara una pelota
de fútbol y el portero detuviera una pelota que puede ser de baloncesto, de
tenis o de fútbol. Con la peculiaridad de que podríamos saber las
características del jugador que ha chutado (delantero, defensa, medio) según
cuál sea el tipo de pelota detenida.
Lo
dicho, me entusiasman los neutrinos: cada vez que veo un partido de fútbol y pienso en los neutrinos, me imagino la confusión
de los jugadores y sonrío.
1 comentario:
El autor del blog, que en varios artículos ha expresado su aprecio por los neutrinos y que cree, además, que estas esquivas partículas ocultan profundos secretos del universo, se alegra que Takaaki Kajita y Arthur B. McDonald hayan recibido el Nobel de 2015. El jurado premió el descubrimiento de las oscilaciones de los neutrinos, fenómeno que demuestra que los neutrinos tienen masa.
Epi
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