sábado, 24 de octubre de 2015

La metamorfosis de los neutrinos


Ya lo he dicho en otro lugar: me entusiasman los neutrinos. Y no sólo porque nuestro cuerpo contiene veinte miligramos de potasio radioactivo que emiten unos trescientos cuarenta millones de neutrinos cada día; neutrinos que recorren nuestro organismo a velocidades cercanas a la de la luz y escapan hasta los sitios más recónditos del universo. Tampoco porque no notamos la inmensa cantidad de neutrinos que recibimos cada segundo: cuatrocientos billones procedentes del Sol, cincuenta mil millones originarios de la radioactividad terrestre natural y entre diez y cien mil millones producidos por todas las centrales nucleares.

Mi entusiasmo atañe a su increíble identidad múltiple. Un neutrino puede adoptar uno de tres sabores (el sabor electrónico, el muónico o el tauónico) y una de tres masas (pequeña, mediana y grande). Aclararé que el sabor nada tiene que ver con la gastronomía, sino con cómo el neutrino interacciona con la materia, y que la masa determina cómo se propaga por el espacio. Pero mientras que las partículas habituales tienen masas definidas, los neutrinos violan nuestra intuición: un sabor no implica una masa, ni viceversa. Si se mide la masa de un sabor se obtiene de forma aleatoria, una de las tres posibles (cada una tiene cierta probabilidad de suceder). Del mismo modo si se mide una masa en un neutrino, resulta alguno de los tres sabores, pero no siempre el mismo. Los objetos comunes poseen propiedades características: una pelota de baloncesto tiene seiscientos gramos de masa, quinientos una de fútbol, cien una de tenis. Si fueran neutrinos, el tipo de pelota y su peso no se corresponderían; en el aire una se transformaría en otra. Cuando es creado o detectado el neutrino tiene un sabor determinado, cuya masa es una mezcla de las tres masas, mezcla cuya composición varía a lo largo del viaje; y por ello el sabor creado y el detectado pueden ser diferentes. Sucede como si un jugador golpeara una pelota de fútbol y el portero detuviera una pelota que puede ser de baloncesto, de tenis o de fútbol. Con la peculiaridad de que podríamos saber las características del jugador que ha chutado (delantero, defensa, medio) según cuál sea el tipo de pelota detenida.

Lo dicho, me entusiasman los neutrinos: cada vez que veo un partido de fútbol y  pienso en los neutrinos, me imagino la confusión de los jugadores y sonrío.

1 comentario:

C. Armesto dijo...

El autor del blog, que en varios artículos ha expresado su aprecio por los neutrinos y que cree, además, que estas esquivas partículas ocultan profundos secretos del universo, se alegra que Takaaki Kajita y Arthur B. McDonald hayan recibido el Nobel de 2015. El jurado premió el descubrimiento de las oscilaciones de los neutrinos, fenómeno que demuestra que los neutrinos tienen masa.


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