Estamos
familiarizados con las disoluciones, la sal o el azúcar disueltos en agua son una prueba
evidente de ello. También con las suspensiones: fíjese el lector cabizbajo en
un charco de agua clara que, después de agitarla, se pone turbia. Entre las
suspensiones y las disoluciones verdaderas, heterogéneas aquéllas, homogéneas éstas,
se halla el reino de lo ambiguo, las disoluciones coloidales, que, como no
podía ser menos, abundan en la naturaleza.
Los
coloides pueden coagular: poco que añadir a la coagulación de la sangre,
mientras no conlleve un infarto de miocardio; la precipitación de las arcillas
suspendidas en el agua de los ríos debido a la sal disuelta del mar no es
menos importante: forma los deltas en las desembocaduras. Entre soles, como las
pinturas o tintas, y geles, como la gelatina o el queso fresco, la diferencia
es muy sutil; porque hay una gradación continua desde un sólido disperso en un
líquido a un líquido disperso en un sólido: comprender este estado nos ayudará
a entender el interior de nuestras células. Observarán aerosoles quienes se
fijen en la niebla -partículas de agua dispersas en la atmósfera- o en el humo
-granos de polvo en el aire-. Quien ordeñe las vacas para obtener leche o haga
mayonesa se familiarizará con las emulsiones, dispersiones de un líquido en
otro, a menudo de un aceite en agua. Los más golosos se deleitarán con la nata
y los merengues, con las espumas, dispersiones de un gas en un líquido o en un
sólido, en las que me voy detener porque a una de ellas, a los aerogeles, sospecho,
le aguarda un futuro prometedor.
Un
aerogel está compuesto por hasta el noventa y nueve con ocho décimas por ciento
de aire, el resto es sílice (u otra sustancia). Su mínima densidad, tres
kilogramos cada metro cúbico, unas ochocientas veces menor que la del vidrio y poco
más del doble que el aire, junto con su resistencia y capacidad para funcionar
como aislante térmico, lo hacen adecuado para la construcción de estructuras
aéreas que flotan indefinidamente en el aire. Sí, el atónito lector leyó bien,
una cúpula geodésica construida con aerogel sería tan ligera, que la diferencia
de temperatura entre el aire interior y exterior la haría flotar; semitransparente,
el aerogel, que no permite la fuga de calor, pero sí la entrada de radiación
solar, flotaría mientras le diese el Sol. Quién sabe, quizás en el futuro viajemos
en alfombras voladoras fabricadas con algún aerogel.
6 comentarios:
Estimado amigo
El humo blanco es un aerogel; podemos decir que es un conjunto de burbujas que tienen la apariencia de la gelatina. Su textura es similar a la espuma de poliestireno, el corcho blanco de bolitas.
Saludos
Estimado amigo
1º Distingue unos de otros que son diferentes: los aerosoles son líquidos o sólidos dispersos en gases; los aerogeles son gases dispersos en líquidos o sólidos.
2º El SARS-CoV-2, el virus causante de la pandemia actual, y muchos otros virus respiratorios (la gripe, el sarampión y el resfriado) se propagan principalmente por inhalación de aerosoles cargados de virus; que pueden acumularse en el aire interior y permanecer en él durante horas.
Saludos
Estimada amiga
Un aerogel de grafeno es el material más ligero fabricado (su densidad es 0,16 gramos por litro): más del 99,99 por ciento del material es aire.
Saludos
Estimado amigo
Los aerogeles ya se pueden usar en parachoques de automóviles, chalecos antibalas o en aislantes térmicos.
Saludos
Estimado amigo
No hay distinción: el humo helado o azul es otro nombre para los aerogeles.
Saludos
Estimado amigo
Si usamos el lenguaje técnico y preciso, el aerosol consta de una fase dispersa (sólido o líquido en este caso) y de un medio dispersante en este caso gas. En un lenguaje poco preciso el término aerosol puede referirse a las partículas sólidas (o gotas líquidas) dispersas.
Saludos
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