sábado, 2 de mayo de 2015

Feromonas humanas


Sentado a la sombra de un olmo se está fresco después de un día caluroso. Cruza, con su vuelo cortado, un caballito del diablo, pasa un burro manso con su pelo gris adornado con amapolas, zumban los enjambres dentro de las colmenas. El campo huele con un olor penetrante, profundo, distante.

Que los olores predispongan estados de ánimo es algo sabido, pero que los animales puedan comunicarse por invisibles mensajeros químicos resulta increíble. Podría admitirse que lo hiciesen las mariposas de la seda, incluso que ratones y elefantes se añadan a las antedichas. Pero nosotros, ¿será posible que seres racionales emitamos y detectemos sustancias que, de una forma inconsciente, afecten a nuestra conducta? Parecía imposible hasta que Martha McClintock demostró, en el año 1971, que los ciclos menstruales de las mujeres que viven juntas tienden a volverse sincrónicos. Aunque no siempre sucede, numerosos investigadores han comprobado el efecto, ¿a qué se debe? Probablemente a que los humanos, como otras criaturas, nos comunicamos con nuestros semejantes mediante señales químicas. Y no sólo sincronizamos nuestro ciclo reproductor, sino que reconocemos a nuestros parientes, respondemos al estrés de otras personas y reaccionamos a su estado anímico. Las supuestas feromonas influyen en numerosas conductas, aunque no las controlan del todo. En uno de los primeros experimentos se observó que los participantes distinguían, por el olor, si un sujeto tenía miedo. En otro se comprobó que las lágrimas femeninas producidas por una emoción disminuían la producción de testosterona en los varones. En otro, se trabajaba con los mensajes químicos contenidos en el sudor del cónyuge y referentes al temor o a la felicidad: los miembros de una pareja de larga duración interpretaban mejor los mensajes que los miembros de parejas de corta duración.

Sin embargo, la identificación de feromonas, como se ha hecho con las de los insectos (los entomólogos han desvelado la comunicación por feromonas de más de mil seiscientas especies) está resultando harto más complicada de lo esperado. ¿Las razones?, porque operan por debajo del umbral de detección del olfato y porque se estima que el olor corporal emana de unos ciento veinte compuestos presentes en disoluciones acuosas muy diluidas; disoluciones producidas por las glándulas del sudor y otras que se concentran sobre todo en las axilas, alrededor de los pezones y en el área genital. No cabe duda, los investigadores aún tienen que afinar su ingenio para encontrar las feromonas humanas.

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