Sentado
a la sombra de un olmo se está fresco después de un día caluroso. Cruza, con su
vuelo cortado, un caballito del diablo, pasa un burro manso con su pelo gris
adornado con amapolas, zumban los enjambres dentro de las colmenas. El campo
huele con un olor penetrante, profundo, distante.
Que
los olores predispongan estados de ánimo es algo sabido, pero que los animales
puedan comunicarse por invisibles mensajeros químicos resulta increíble. Podría
admitirse que lo hiciesen las mariposas de la seda, incluso que ratones y
elefantes se añadan a las antedichas. Pero nosotros, ¿será posible que seres
racionales emitamos y detectemos sustancias que, de una forma inconsciente, afecten a nuestra conducta? Parecía imposible hasta que Martha McClintock
demostró, en el año 1971, que los ciclos menstruales de las mujeres que viven
juntas tienden a volverse sincrónicos. Aunque no siempre sucede, numerosos
investigadores han comprobado el efecto, ¿a qué se debe? Probablemente a que
los humanos, como otras criaturas, nos comunicamos con nuestros semejantes
mediante señales químicas. Y no sólo sincronizamos nuestro ciclo reproductor,
sino que reconocemos a nuestros parientes, respondemos al estrés de otras
personas y reaccionamos a su estado anímico. Las supuestas feromonas influyen
en numerosas conductas, aunque no las controlan del todo. En uno de los
primeros experimentos se observó que los participantes distinguían, por el
olor, si un sujeto tenía miedo. En otro se comprobó que las lágrimas femeninas
producidas por una emoción disminuían la producción de testosterona en los varones.
En otro, se trabajaba con los mensajes químicos contenidos en el sudor del cónyuge y referentes al temor o a la felicidad: los miembros
de una pareja de larga duración interpretaban mejor los mensajes que los
miembros de parejas de corta duración.
Sin
embargo, la identificación de feromonas, como se ha hecho con las de los insectos (los entomólogos han desvelado la comunicación por
feromonas de más de mil seiscientas especies) está resultando harto más
complicada de lo esperado. ¿Las razones?, porque operan por debajo
del umbral de detección del olfato y porque se estima que el olor corporal
emana de unos ciento veinte compuestos presentes en disoluciones acuosas muy
diluidas; disoluciones producidas por las glándulas del sudor y otras que se concentran
sobre todo en las axilas, alrededor de los pezones y en el área genital. No
cabe duda, los investigadores aún tienen que afinar su ingenio para encontrar las
feromonas humanas.
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