No
hallo mejor manera de empezar un discurso sobre el miedo que con el
inicio de esta epístola escrita por Francisco de Quevedo:
No
he de callar, por más que con el dedo,
Ya
tocando la boca, o ya la frente,
Silencio
avises o amenaces miedo.
¿No
ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre
se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca
se ha de decir lo que se siente?
El
temor es una emoción humana provocada por la percepción de un peligro, que produce
cambios fisiológicos inmediatos: aumenta el metabolismo, la presión arterial,
la glucosa en la sangre, la actividad cerebral y la coagulación, el corazón
bombea más sangre hacia los músculos, los ojos se agrandan, las pupilas se dilatan
para mejorar la visión, el sistema inmunitario, en cambio, se detiene (igual
que toda función no esencial); y resalto que se produce la misma reacción al
daño físico que al dolor psíquico. El miedo se inicia en dos regiones de la
cabeza: en el cerebro reptiliano, que regula acciones esenciales para la
supervivencia como comer, beber o respirar, y en el sistema límbico, que controla
las emociones; cuando se activa la amígdala, una glándula ubicada en el sistema
límbico que recibe la información los sentidos, se desencadena el temor; la
huida, el ataque o la paralización constituyen la respuesta. Sí, la extirpación
de la amígdala parece que elimina la sensación en los animales; no sucede así en
los humanos (que a lo sumo nos volvemos más calmados): deducimos del
experimento que la corteza cerebral y otras partes del sistema límbico
participan en la sensación.
Los
neuroquímicos han averiguado que la vasopresina -una neurohormona- interviene
en el mecanismo detonante del miedo y que el etanol inhibe su producción, por
lo que no es extraño que, antes de entrar en combate, el guerrero recurra a las
bebidas alcohólicas. Hay más sustancias que intervienen en esta poderosa emoción; según un estudio hecho
por el psiquiatra Andreas Heinz, la cantidad de dopamina, un neurotransmisor de
la amígdala, probablemente muestra si una persona es tranquila o miedosa: pues las
personas que presentan una concentración alta reaccionan con más miedo que aquéllas en las que es baja. El mismo investigador también observa
menos temor cuanta más comunicación (más fibras nerviosas) existe entre la
amígdala y otra región cerebral (el cíngulo anterior). El
lector inteligente seguro que se pregunta, igual que el escritor, ¿disponemos ya de
un baremo para elegir los mejores soldados?
8 comentarios:
Estimado amigo
Si bien es verdad que el miedo, según la hipótesis formulada por Paul Ekman en 1983, es una de las de seis emociones humanas básicas: sorpresa, asco, tristeza, alegría, ira, miedo; posteriormente, nuevos estudios dejaron reducidas a cuatro las emociones humanas básicas: tristeza, alegría, ira, miedo.
Saludos cordiales
Epi
Estimado amigo
En un blog que trata de temas científicos no debo opinar sobre la necesidad o no de los ejércitos. Tampoco sobre la bondad o maldad de las guerras; decidir si una guerra es justa o injusta es una decisión moral y desde la ciencia no se puede hacer un juicio moral. La ciencia te permite conocer, pero no valorar.
Te puedo decir que grandes hombres del pasado -Sófocles, Cervantes- además de extraordinarios literatos fueron militares.
Saludos cordiales
Epi
Estimado amigo
Si bien en lenguaje coloquial moral y ética significan lo mismo, no son iguales, al menos desde un punto de vista histórico. Los filósofos apuntan a que la ética aspira a ser universal, mientras que la moral es atributo de una sociedad particular. La ética pretende definir los comportamientos correctos mientras que la moral los comportamientos aceptados por una sociedad. La moral la interiorizamos de forma involuntaria, en cambio la ética es una elección consciente.
Saludos cordiales
Epi
Estimado amigo
Tienes razón, por supuesto, existen dos amígdalas, una en cada hemisferio cerebral.
Existen pruebas contundentes de esta conjetura, una de ellas: la extirpación de las amígdalas elimina el miedo en los mamíferos (si bien tal cosa no ocurre en los humanos).
Saludos cordiales
Epi
Estimado amigo
Entiendo tu confusión. Nada tienen que ver las amígdalas cerebrales con las dos amígdalas que se hallan en el fondo de la boca, en la región de la faringe, que tienen función inmunológica. La amigdalitis es una inflamación de estas últimas.
Saludos
Estimado amigo
En un animal, en nosotros también, ante la percepción de un daño o amenaza, se produce una reacción de lucha o huida: se trata de una respuesta fisiológica debida a la descarga del sistema nervioso simpático. La médula adrenal libera hormonas que tienen muchos efectos, entre los que están el aumento de la frecuencia cardíaca y de la frecuencia respiratoria. El fenómeno se complica mucho más y sí también interviene la hormona cortisol.
Saludos
Estimando amigo
El alcohol, además de aumentar el tiempo de reacción, como bien deduces, disminuye el miedo, o sea, nos vuelve más temerarios: y eso cuando alguien conduce es peligroso.
Saludos
Estimado amigo
Me consta que en la amígdala existen, por lo menos, moléculas de GABA, glutamato, dopamina y serotonina como neurotransmisores (moléculas que comunican una neurona con otra).
Saludos
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