En
el delicioso libro “Las mil y una noches” puede leerse que caravanas de camellos
transportaban hielo desde las montes del Líbano a los palacios de los califas
en Damasco y Bagdad. Sí, puede refrigerarse con hielo; pero hoy, afortunadamente,
los científicos han conseguido mejorar la técnica y en vez de hielo traído de
las montañas usan las máquinas frigoríficas. ¿Cómo operan estos
imprescindibles aparatos?
Un
botijo es una vasija de barro que se utiliza para refrescar agua. Su
funcionamiento es sencillo: el agua se filtra por los poros de la arcilla y en
contacto con el ambiente se evapora, una acción que enfría el agua del botijo:
la clave del enfriamiento está en la evaporación del agua. El proceso es simple;
cuando el agua se evapora necesita energía para cambiar de estado; toma esa
energía del agua líquida remanente, y, por lo tanto, disminuye su temperatura. El
mismo efecto también se observa en otras situaciones: en verano, cuando se
riegan las calles para refrescar el ambiente; o cuando nos ponemos un algodón
empapado de alcohol para disminuir la fiebre; o cuando sudamos y la evaporación
del agua refrigera el cuerpo. El fenómeno se repite de nuevo en las modernas
máquinas frigoríficas. Un refrigerador sencillo utiliza un dispositivo para
disminuir la presión de un líquido (el refrigerante), lo que produce su
expansión y consiguiente evaporación: se consigue así que el líquido absorba
calor del medio (que se enfría) al pasar al estado gaseoso. A continuación un
compresor condensa el gas, que desprende calor al pasar al estado líquido: el
aire o el agua se encargan de enfriarlo. Terminado el proceso, el ciclo puede
repetirse; en resumen, la refrigeración consiste en efectuar un trabajo para
extraer calor de un cuerpo frío –bajando su temperatura- y llevarlo al ambiente.
Sin duda, el crítico lector ya se habrá preguntado por la composición del fluido
refrigerante: se usaron clorofluorocarbonos hasta que se demostró que alteraban
la capa de ozono, ahora se usan hidroclorofluorocarbonos e hidrofluorocarbonos:
esperemos que su futuro sea más halagüeño.
Si
necesitásemos más frío del que nos proporciona un frigorífico recurriríamos a
otra técnica. Los físicos han comprobado que el aire (o el oxígeno o el
nitrógeno) se enfría si se le deja expandir en un recipiente aislado; logran temperaturas
muy bajas mediante este método, incluso pueden alcanzar doscientos setenta y
dos grados bajo cero -no se consigue más- suficientes para obtener aire líquido
y explotar la técnica de forma industrial.
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