sábado, 9 de noviembre de 2013

Fuego de San Telmo: el circuito eléctrico terrestre


Una tormenta. El navío, alternativamente, se remonta en la cresta de las olas y se abisma como si le faltase el mar bajo la quilla. Una mueca de temor demuda la cara del piloto. De los mástiles surge un resplandor brillante, blanco azulado, con aspecto de fuego, a menudo en varios chorros. ¿Se imagina el lector escéptico el desasosiego de la tripulación? Después de todo, la tormenta puede ser el preludio de un naufragio. ¿Entiende por qué los marinos creían que la aparición del fuego de San Telmo era de mal agüero? Durante las tormentas eléctricas, tanto en el mar como en la tierra, en las estructuras altas y puntiagudas, como los mástiles, campanarios, árboles y chimeneas, puede observarse el mismo fuego. ¿Su causa? La tormenta crea un enorme campo eléctrico de tres millones de voltios cada metro, que ioniza el aire (forma un plasma a baja temperatura que se percibe como un fuego visible) y provoca la descarga eléctrica. En la alta montaña se produce el mismo fenómeno (que los físicos llaman efecto corona); chasquidos, chispas en los bastones, incluso los pelos de punta avisan al intrépido montañero que se acerca la tormenta: tiene entre media hora y dos horas para buscar refugio; si no lo encuentra, tírese al suelo, aunque llueva o granice: se juega la vida. ¿Qué el lector sabiondo no le da importancia al fenómeno? Mueren más españoles por descargas eléctricas que ahogados por inundaciones: unas diez víctimas al año.

Rayos, relámpagos, corriente que salta desde árboles, edificios y montañas hacia las nubes: en la Tierra existe un enorme circuito eléctrico global. La atmósfera aislante se encuentra entre dos capas conductoras, la ionosfera positiva y el suelo negativo. Se trata de un gigantesco condensador al que cargan potentes baterías: las nubes de tormenta (una pequeña almacena cientos de megavatios). Las nubes de las cuarenta y cuatro tormentas diarias cargan la ionosfera con electricidad positiva, porque desde la cima de cada una de ellas escapa un amperio de corriente positiva hacia arriba; y cargan al suelo con electricidad negativa: cuatro millones de rayos diarios, transportan veinte kiloamperios, cada uno, de corriente hacia abajo. No, los rayos no siempre portan la misma carga, noventa de cada cien llevan cargas negativas, diez de cada cien positivas y menos del uno por ciento transportan ambas. Cierra el circuito terrestre la corriente positiva de buen tiempo: dos millonésimas de amperio cada metro cuadrado, desde la ionosfera al suelo, descargan el gigantesco condensador.

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