Una
tormenta. El navío, alternativamente, se remonta en la cresta de las olas y se
abisma como si le faltase el mar bajo la quilla. Una mueca de temor demuda la
cara del piloto. De los mástiles surge un resplandor brillante, blanco azulado,
con aspecto de fuego, a menudo en varios chorros. ¿Se imagina el lector
escéptico el desasosiego de la tripulación? Después de todo, la tormenta puede
ser el preludio de un naufragio. ¿Entiende por qué los marinos creían que la
aparición del fuego de San Telmo era de mal agüero? Durante las tormentas
eléctricas, tanto en el mar como en la tierra, en las estructuras altas y
puntiagudas, como los mástiles, campanarios, árboles y chimeneas, puede
observarse el mismo fuego. ¿Su causa? La tormenta crea un enorme campo
eléctrico de tres millones de voltios cada metro, que ioniza el aire (forma un
plasma a baja temperatura que se percibe como un fuego visible) y provoca la
descarga eléctrica. En la alta montaña se produce el mismo fenómeno (que los
físicos llaman efecto corona); chasquidos, chispas en los bastones, incluso los
pelos de punta avisan al intrépido montañero que se acerca la tormenta: tiene entre
media hora y dos horas para buscar refugio; si no lo encuentra, tírese al
suelo, aunque llueva o granice: se juega la vida. ¿Qué el lector sabiondo no le
da importancia al fenómeno? Mueren más españoles por descargas eléctricas que
ahogados por inundaciones: unas diez víctimas al año.
Rayos,
relámpagos, corriente que salta desde árboles, edificios y montañas hacia las
nubes: en la Tierra existe un enorme circuito eléctrico global. La atmósfera
aislante se encuentra entre dos capas conductoras, la ionosfera positiva y el
suelo negativo. Se trata de un gigantesco condensador al que cargan potentes
baterías: las nubes de tormenta (una pequeña almacena cientos de megavatios). Las
nubes de las cuarenta y cuatro tormentas diarias cargan la ionosfera con
electricidad positiva, porque desde la cima de cada una de ellas escapa un
amperio de corriente positiva hacia arriba; y cargan al suelo con electricidad
negativa: cuatro millones de rayos diarios, transportan veinte kiloamperios,
cada uno, de corriente hacia abajo. No, los rayos no siempre portan la misma
carga, noventa de cada cien llevan cargas negativas, diez de cada cien
positivas y menos del uno por ciento transportan ambas. Cierra el circuito
terrestre la corriente positiva de buen tiempo: dos millonésimas de amperio
cada metro cuadrado, desde la ionosfera al suelo, descargan el gigantesco condensador.
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