Un
cinco seguido de treinta ceros, el número de bacterias que hay en el mundo, me
avala para argumentar que los reyes de las vida en el planeta Tierra no son los
seres humanos, sino las diminutas bacterias; las mismas que vivieron solitarias
los primeros miles de millones de años de existencia de la biosfera. Me
baso en las ideas de Thomas Cavalier-Smith para hacer un breve esbozo de su
evolución; sostiene el eminente biólogo que la raíz del árbol de la vida
terrestre debe buscarse en las bacterias que han existido desde hace tres mil
quinientos millones de años, por lo menos; las células eucariotas,
predecesoras de animales, hongos y plantas, son mucho más recientes.
Las
primeras bacterias sobrevivieron usando moléculas orgánicas que se habían
formado en la Tierra primitiva, en una atmósfera carente de oxígeno. Más
adelante, algunas de ellas fueron capaces de captar la energía directamente del
Sol; a continuación, una de esas bacterias comenzó a sintetizar el tóxico
oxígeno. Muchas congéneres murieron debido a las siniestras propiedades del
oxígeno, otras se refugiaron en los hábitats carentes de él; sin embargo,
algunas lograron la proeza: fueron capaces de adaptarse al nuevo escenario. El
revolucionario cambio ambiental tuvo un considerable efecto biológico;
establecida una atmósfera rica en oxígeno, las bacterias evolucionaron, no
solamente para tolerarlo, sino para explotarlo en su beneficio; aprovecharon la combustión a baja temperatura, un nuevo
mecanismo que maximizaba la cantidad de energía obtenida cuando se oxidan los
compuestos orgánicos hasta convertirlos en dióxido de carbono. El
extraordinario aumento de la eficacia energética abría la senda que conduciría
a formas de vida más compleja, a los seres vivos formados por un nuevo tipo de
células (eucariotas), que desde el principio se adaptaron al ambiente
oxigenado. Si eran capaces de cooperar, a estas nuevas células les esperaba un futuro
maravilloso: formaron los vegetales, hongos y animales que han acabado
colonizando el planeta.
¿Tenemos
alguna prueba de lo que estamos hablando? ¿Hay algún fósil que se remonte a
tiempos tan lejanos? En aguas someras y con luz, las cianobacterias contemporáneas
toman dióxido de carbono, liberan oxígeno y producen carbonatos, minerales que
forman los estromatolitos, las alfombras de piedra, unas estructuras porosas
planas, con forma de columna o de semiesfera. Pues bien, admírese el escéptico
lector, los paleontólogos encontraron estromatolitos de hace tres mil
quinientos millones de años en Australia.
1 comentario:
Estimado amigo
En la actualidad aún se forman estromatolitos en algunos lugares concretos de Australia y América, que yo sepa.
Saludos de Epi
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