sábado, 30 de marzo de 2013

¿Por qué no explota la supernova?


Durante mucho tiempo los naturalistas pensaron que las estrellas eran enormes bolas de fuego perpetuo. No era una mala idea: hoy sabemos que son colosales esferas de materia incandescente. ¿De dónde procede su energía? Si su origen fuese una reacción química, la edad del Sol se reduciría a unos miles de años; si la contracción de la esfera solar debido a la gravedad proporcionara la energía necesaria, el astro brillaría durante un par de decenas de millones de años; sin embargo, ninguna de ambas estimaciones concuerda con la edad de la Tierra -varios miles de millones de años- que han medido los geólogos; porque, como ya habrá deducido el lector inteligente, no tendría sentido que la Tierra fuese más antigua que el Sol. La energía nuclear, descubierta a comienzos del siglo XX, ha proporcionado la fuente para que la estrella irradie durante el tiempo suficiente; más aun, los estados que atraviesa el astro desde su formación hasta su muerte dependen de los tipos de reacciones nucleares que en él suceden.

La evolución estelar puede describirse como una batalla entre dos fuerzas: la gravedad, que desde la formación a partir de una nube de gas, tiende a comprimir la estrella, y la fuerza nuclear, que crea una presión térmica expansiva que se opone a la contracción. Como habrá adivinado el astuto lector, la gravedad siempre gana la batalla: en algún momento la estrella agota su combustible y colapsa. Un colapso gravitatorio final que desemboca en una enana blanca, una estrella de neutrones o un agujero negro. ¿Qué determina su destino? La masa inicial, pero no es el único factor relevante, la composición original, la velocidad de rotación o las estrellas vecinas, aunque tienen menos importancia, también influyen en el desenlace.

Ahora, trasladémonos, con la imaginación, a un lugar de la Vía Láctea: una vieja estrella masiva está a punto de protagonizar una muerte espectacular. A medida que su combustible se agota, comienza a colapsar bajo su tremendo peso. La aplastante presión enciende nuevas reacciones nucleares; el escenario se prepara para una explosión gigantesca: la supernova está a punto de encenderse. A continuación... nada sucede. Al menos eso predicen los modelos de las estrellas moribundas realizados con un ordenador. Al final de la simulación, gana la gravedad y la estrella no estalla, simplemente colapsa: el ordenador no logra reproducir la supernova. Sin duda, a los astrofísicos, no a los ordenadores, les faltan conocimientos.

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