En
el año 1905, Albert Einstein anunció los dos postulados de una teoría que la
posteridad conocería como relatividad especial: no existe ningún medio de
determinar si un objeto está en reposo o en movimiento uniforme; la luz siempre
se mueve, a través del espacio vacío, a la misma velocidad, sea cual fuere el
movimiento de la fuente que la emite. Las consecuencias de estas dos,
aparentemente sencillas, afirmaciones son revolucionarias: la simultaneidad puede
ponerse en duda: dos sucesos que ocurren en lugares diferentes pueden ser o no
simultáneos, dependiendo del lugar en que se coloque el observador que los
contempla. Y todo porque las mediciones del tiempo dependen del movimiento entre
el objeto y el observador: no existe un tiempo universal común para todos los espectadores.
Para
darnos cuenta de cuán radicales son estas ideas, consideremos un experimento
mental en el que aparecen grandes distancias y enormes velocidades. Dos
astrónomos, Emilio y Ricardo, viven en planetas distintos y separados la
distancia que la luz recorre en diez años; ambos amigos se comunican
habitualmente por ondas de radio, que el entendido lector sabe que se mueven a
la velocidad de la luz. Emilio, el emisor, envía un saludo radiofónico -que
tarda diez años en llegar a su destino- a Ricardo, el receptor. Once años antes
de que Ricardo reciba el saludo, Emilio se casa; un año después de la detección
del saludo, Ricardo es padre: ambos sucesos, matrimonio de uno y paternidad del
otro, son absolutos: ocurrieron respectivamente antes y después de la emisión
radiofónica. Los problemas aparecen cuando a Ricardo le conceden el Nobel en
algún momento del período de diez años, que abarca desde que Emilio emitió el
mensaje hasta que Ricardo lo recibió. Un observador rápido anuncia que el
astrónomo recibió el premio antes de la emisión radiofónica y otro observador,
lento, asegura que después. Y no hay manera de ponerlos de acuerdo, porque
ambos observadores tienen razón: el momento de la concesión del Nobel es un suceso
relativo.
Newton
dio por sentado que existía un tiempo universal común a todo el cosmos. Einstein
tuvo el talento de pensar que la teoría física no podía ser formulada de una
manera lógica sin renunciar por completo a la noción del tiempo universal; según
el físico alemán, solamente existen tiempos locales. Y todos los experimentos
hechos hasta la fecha confirman su genial deducción.
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