sábado, 2 de marzo de 2013

La relatividad del tiempo


En el año 1905, Albert Einstein anunció los dos postulados de una teoría que la posteridad conocería como relatividad especial: no existe ningún medio de determinar si un objeto está en reposo o en movimiento uniforme; la luz siempre se mueve, a través del espacio vacío, a la misma velocidad, sea cual fuere el movimiento de la fuente que la emite. Las consecuencias de estas dos, aparentemente sencillas, afirmaciones son revolucionarias: la simultaneidad puede ponerse en duda: dos sucesos que ocurren en lugares diferentes pueden ser o no simultáneos, dependiendo del lugar en que se coloque el observador que los contempla. Y todo porque las mediciones del tiempo dependen del movimiento entre el objeto y el observador: no existe un tiempo universal común para todos los espectadores.

Para darnos cuenta de cuán radicales son estas ideas, consideremos un experimento mental en el que aparecen grandes distancias y enormes velocidades. Dos astrónomos, Emilio y Ricardo, viven en planetas distintos y separados la distancia que la luz recorre en diez años; ambos amigos se comunican habitualmente por ondas de radio, que el entendido lector sabe que se mueven a la velocidad de la luz. Emilio, el emisor, envía un saludo radiofónico -que tarda diez años en llegar a su destino- a Ricardo, el receptor. Once años antes de que Ricardo reciba el saludo, Emilio se casa; un año después de la detección del saludo, Ricardo es padre: ambos sucesos, matrimonio de uno y paternidad del otro, son absolutos: ocurrieron respectivamente antes y después de la emisión radiofónica. Los problemas aparecen cuando a Ricardo le conceden el Nobel en algún momento del período de diez años, que abarca desde que Emilio emitió el mensaje hasta que Ricardo lo recibió. Un observador rápido anuncia que el astrónomo recibió el premio antes de la emisión radiofónica y otro observador, lento, asegura que después. Y no hay manera de ponerlos de acuerdo, porque ambos observadores tienen razón: el momento de la concesión del Nobel es un suceso relativo.

Newton dio por sentado que existía un tiempo universal común a todo el cosmos. Einstein tuvo el talento de pensar que la teoría física no podía ser formulada de una manera lógica sin renunciar por completo a la noción del tiempo universal; según el físico alemán, solamente existen tiempos locales. Y todos los experimentos hechos hasta la fecha confirman su genial deducción.

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