Durante
el último cuarto del siglo XX, prolífico en revoluciones, se produjo otra casi
en silencio. En 2002, Daniel Kahneman y Vernon Smith recibieron el Premio Nobel
de Economía por haber establecido que los experimentos de laboratorio son una
herramienta en el análisis económico y por integrar aspectos psicológicos en la
ciencia económica. La economía ya no debe considerarse exclusivamente teórica; el
investigador debe contrastar empíricamente las teorías con experimentos controlados.
Las
aportaciones de Smith y Kahneman cambian fundamentalmente la ciencia económica
porque cuestionan algunos supuestos clásicos. La economía clásica (vigente
actualmente, desde su fundación por Adam Smith, en 1776) fundamenta sus modelos
en la suposición de que las personas sopesamos racionalmente todos los aspectos
antes de tomar decisiones. ¿Es así? Nos gusta pensar que sí, pero la economía
conductual demuestra, con pruebas empíricas, que nuestro comportamiento es, a
menudo, insensato; una teoría de la
elección que ignora los
sentimientos no sólo resulta poco
realista, sino que también conduce a predicciones inciertas. La existencia
de un individuo racional que nunca deja de maximizar sus ganancias es una
premisa para los economistas clásicos; se extrae una lección distinta de los experimentos:
las personas nos regimos tanto por la razón y el egoísmo (máxima ganancia) como
por la emoción. En los experimentos se comprueba que los jugadores son, a
menudo, más generosos de lo que predice el análisis teórico de la teoría de
juegos: el juego sucio nos incita a costosas venganzas; en todas las culturas
se detecta un emocional aprecio por la equidad. Consideremos
algunas posibles desviaciones de la racionalidad: cuando un sujeto toma decisiones
económicas que se basan en aproximaciones a ojo, o en las que influye la
presentación, o en las que el juicio se fundamenta en prejuicios, o en las que los
juicios sobre la probabilidad de un suceso se basan en información limitada;
también se ha verificado empíricamente que las personas somos más sensibles a
las pérdidas que a las ganancias; incluso alguien puede conocer lo mejor para
sí y no elegirlo por adicciones, malos hábitos alimenticios o simple pereza.
En síntesis, la economía conductual incorpora las variables emocionales que los seres humanos usamos al tomar una decisión económica, ignoradas hasta ahora por la teoría clásica que sólo consideraba las variables racionales. Esperemos
que la aplicación de estos conocimientos mejore la administración de la riqueza
de las naciones. ¡Es una necesidad urgente!
1 comentario:
Estimada amiga
No son economistas los dos galardonados con el Nobel, Daniel Kahneman es psicólogo.
Saludos
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