sábado, 23 de marzo de 2013

¿Influyen las emociones en la economía?


Durante el último cuarto del siglo XX, prolífico en revoluciones, se produjo otra casi en silencio. En 2002, Daniel Kahneman y Vernon Smith recibieron el Premio Nobel de Economía por haber establecido que los experimentos de laboratorio son una herramienta en el análisis económico y por integrar aspectos psicológicos en la ciencia económica. La economía ya no debe considerarse exclusivamente teórica; el investigador debe contrastar empíricamente las teorías con experimentos controlados.

Las aportaciones de Smith y Kahneman cambian fundamentalmente la ciencia económica porque cuestionan algunos supuestos clásicos. La economía clásica (vigente actualmente, desde su fundación por Adam Smith, en 1776) fundamenta sus modelos en la suposición de que las personas sopesamos racionalmente todos los aspectos antes de tomar decisiones. ¿Es así? Nos gusta pensar que sí, pero la economía conductual demuestra, con pruebas empíricas, que nuestro comportamiento es, a menudo, insensato; una teoría de la elección que ignora los sentimientos no sólo resulta poco realista, sino que también conduce a predicciones inciertas. La existencia de un individuo racional que nunca deja de maximizar sus ganancias es una premisa para los economistas clásicos; se extrae una lección distinta de los experimentos: las personas nos regimos tanto por la razón y el egoísmo (máxima ganancia) como por la emoción. En los experimentos se comprueba que los jugadores son, a menudo, más generosos de lo que predice el análisis teórico de la teoría de juegos: el juego sucio nos incita a costosas venganzas; en todas las culturas se detecta un emocional aprecio por la equidad. Consideremos algunas posibles desviaciones de la racionalidad: cuando un sujeto toma decisiones económicas que se basan en aproximaciones a ojo, o en las que influye la presentación, o en las que el juicio se fundamenta en prejuicios, o en las que los juicios sobre la probabilidad de un suceso se basan en información limitada; también se ha verificado empíricamente que las personas somos más sensibles a las pérdidas que a las ganancias; incluso alguien puede conocer lo mejor para sí y no elegirlo por adicciones, malos hábitos alimenticios o simple pereza.

En síntesis, la economía conductual incorpora las variables emocionales que los seres humanos usamos al tomar una decisión económica, ignoradas hasta ahora por la teoría clásica que sólo consideraba las variables racionales. Esperemos que la aplicación de estos conocimientos mejore la administración de la riqueza de las naciones. ¡Es una necesidad urgente!

1 comentario:

C. Armesto dijo...

Estimada amiga

No son economistas los dos galardonados con el Nobel, Daniel Kahneman es psicólogo.

Saludos