sábado, 20 de febrero de 2010

Quema el Sol, el aire abrasa: nacimiento del sistema solar


Loable labor la de los astrónomos que buscan en el cielo las huellas de nuestro tortuoso pasado. No tenemos alternativa, nadie puede ser testigo de su propio nacimiento, pero sí puede serlo de la aparición de los demás. Y eso hacemos, cuando tratamos de ver en el firmamento otros partos estelares.
En la Vía Láctea hay una población numerosa de estrellas que tiene algo más de cuatro mil quinientos millones de años, la edad del Sol. ¿Qué acontecimiento provocó la formación sincronizada de todas ellas? Olvidemos las otras estrellas y vayamos a la nuestra. En cierto sentido, el nacimiento del Sol fue un suceso único, pues es más probable que las estrellas nazcan por parejas o tríos. Afortunadamente ya sabemos la causa de su formación: la muerte de una estrella, una gigantesca explosión supernova, proporcionó el impulso que causó el nacimiento de la nuestra. Concretamente, la onda expansiva procedente de una supernova cercana comprimió la nebulosa solar, que inició el proceso que la convertiría en estrella; tenemos datos para afirmarlo: los restos de la supernova contaminaron la nebulosa original con átomos que todavía encontramos en los meteoritos primitivos.
El centro de lo que había sido una gigantesca nube interestelar, donde la densidad era máxima, se convirtió en la estrella recién nacida. En los cercanías, a altas temperaturas, sólo pudieron estabilizarse las rocas y los metales que, pegados entre sí, generaron los cuatro planetas rocosos, la Tierra, Marte, Venus y Mercurio; más lejos, los gases forjaron los gigantes Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno; y en los arrabales, el resto de la nube solar constituyó un enorme cementerio helado de cientos de miles de millones de cometas.
Después de cuatro mil quinientos setenta millones de años casi todo parece tranquilo en esta zona de la galaxia; pero los planetas terrestres todavía conservan las cicatrices de su revuelta juventud. La Luna, Mercurio o Marte presentan heridas de guerra: los cráteres que se ven en ellos fueron producidos por un bombardeo primitivo… porque no había donde esconderse. La Tierra y Venus también debieron tenerlos, pero ya han cicatrizado pues su continua actividad geológica interna los ha cubierto. En el próximo futuro, cuando regresemos a la Luna o naveguemos a Marte observaremos sucesos del pasado de nuestro sistema solar: será también un hermoso viaje en el tiempo. ¡Quién lo iba a decir!

1 comentario:

C. Armesto dijo...

Estimada amiga

El futuro del Sol consiste en convertirse en gigante roja, después en nebulosa planetaria (similar a la preciosa Nebulosa del anillo que puede verse ahora), y finalmente en una enana blanca (como Sirio b).