Bregaba
afanoso en la cocina cuando, atónito, reparé en que, al abrir la puerta del
congelador, una nube se deslizaba hacia abajo. ¿Qué había ocurrido? El aire
frío del congelador, que tiene una densidad mayor que el aire templado de la
cocina, cae, se condensa el agua que lleva y se forma la nube. Eso es todo.
Después recordé que alguna vez, en casa ajena, se me había apagado la cerilla
con la que intentaba encender un horno de butano. ¿Qué sucedía ahora? El aire
caliente del horno, menos denso que el aire templado de la habitación, sale del
horno, asciende y apaga la cerilla. La explicación en ambos casos es semejante,
se trata de convecciones: de movimientos del aire producidos por diferencias de
temperatura; y tienen una importancia extraordinaria porque aparecen en
cualquier fluido.
Los
vientos alisios que conducen los veleros a América y los monzones que
condicionan el clima de la India e Indochina se deben a la convección. La
convección también interviene en la circulación oceánica: el agua caliente del
trópico se desplaza hacia los polos por la superficie, y de los polos procede
el agua fría que se traslada por las profundidades. Incluso en la parte sólida
de la Tierra, en el manto, aparecen movimientos de convección: corrientes de
rocas calientes, que se comportan como un fluido, ascienden hacia un punto de
la superficie porque están más calientes que su entorno, se dispersan
horizontalmente y se enfrían; cuando están suficientemente frías descienden hasta
el núcleo donde se vuelven a dispersar horizontalmente, se calientan de nuevo y
ascienden. La convección en el manto es el motor de la actividad geológica en
la superficie terrestre: mueve los continentes, produce los seísmos, los
volcanes y forma las montañas. Si nos hundimos ahora más profundamente en el
interior del planeta acabamos hallando un núcleo externo líquido que, como no
podía ser de otra manera, también presenta convección. El magnetismo terrestre
es la secuela de tales movimientos. Abandonamos ahora nuestro planeta para
dirigirnos al Sol: los movimientos de convección producidos en su seno alteran
su campo magnético. ¡Y el fenómeno nos afecta! Las tormentas magnéticas
terrestres, que producen las bellísimas auroras polares, constituyen su inesperado
corolario.
Casi
resulta milagroso que el mismo fenómeno que observo en mi cocina se reproduzca
en la atmósfera, en los océanos, en el interior del planeta o en las estrellas.
Nunca dejará de maravillarme lo hermosa que es la naturaleza.
2 comentarios:
Estimado amigo
Te agradezco tu amable reconvención. Tienes razón, debemos limitar el consumo de combustibles fósiles. Vaya en mi descargo que hoy uso horno y cocina eléctricos que, como es evidente, no arrojan dióxido de carbono a la atmósfera.
Espero que sepas que, en varios momentos a lo largo del año, en España, más de la mitad de la electricidad se produce con fuentes renovables y que anualmente la eólica, hidráulica y solar proporcionan el cuarenta por ciento de la energía en España.
Cordialmente
Epi
Querida amiga
Permíteme simplificar un poco (o un mucho) y argumentar en un tono jocoso. Mientras que un físico empleará muchos números para explicar fenómenos naturales y hablará de la corriente eléctrica sin saber arreglar un enchufe, un químico debe ser un buen cocinero, un biólogo le pondrá nombre a los insectos y flores que observa en el campo o un geólogo puede ponerse a disertar sobre una piedra que encuentra al azar.
Saludos cordiales
Epi
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