sábado, 6 de febrero de 2010

Convección: inesperada consecuencia de trajinar en la cocina


Bregaba afanoso en la cocina cuando, atónito, reparé en que, al abrir la puerta del congelador, una nube se deslizaba hacia abajo. ¿Qué había ocurrido? El aire frío del congelador, que tiene una densidad mayor que el aire templado de la cocina, cae, se condensa el agua que lleva y se forma la nube. Eso es todo. Después recordé que alguna vez, en casa ajena, se me había apagado la cerilla con la que intentaba encender un horno de butano. ¿Qué sucedía ahora? El aire caliente del horno, menos denso que el aire templado de la habitación, sale del horno, asciende y apaga la cerilla. La explicación en ambos casos es semejante, se trata de convecciones: de movimientos del aire producidos por diferencias de temperatura; y tienen una importancia extraordinaria porque aparecen en cualquier fluido.
Los vientos alisios que conducen los veleros a América y los monzones que condicionan el clima de la India e Indochina se deben a la convección. La convección también interviene en la circulación oceánica: el agua caliente del trópico se desplaza hacia los polos por la superficie, y de los polos procede el agua fría que se traslada por las profundidades. Incluso en la parte sólida de la Tierra, en el manto, aparecen movimientos de convección: corrientes de rocas calientes, que se comportan como un fluido, ascienden hacia un punto de la superficie porque están más calientes que su entorno, se dispersan horizontalmente y se enfrían; cuando están suficientemente frías descienden hasta el núcleo donde se vuelven a dispersar horizontalmente, se calientan de nuevo y ascienden. La convección en el manto es el motor de la actividad geológica en la superficie terrestre: mueve los continentes, produce los seísmos, los volcanes y forma las montañas. Si nos hundimos ahora más profundamente en el interior del planeta acabamos hallando un núcleo externo líquido que, como no podía ser de otra manera, también presenta convección. El magnetismo terrestre es la secuela de tales movimientos. Abandonamos ahora nuestro planeta para dirigirnos al Sol: los movimientos de convección producidos en su seno alteran su campo magnético. ¡Y el fenómeno nos afecta! Las tormentas magnéticas terrestres, que producen las bellísimas auroras polares, constituyen su inesperado corolario.
Casi resulta milagroso que el mismo fenómeno que observo en mi cocina se reproduzca en la atmósfera, en los océanos, en el interior del planeta o en las estrellas. Nunca dejará de maravillarme lo hermosa que es la naturaleza.

2 comentarios:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Te agradezco tu amable reconvención. Tienes razón, debemos limitar el consumo de combustibles fósiles. Vaya en mi descargo que hoy uso horno y cocina eléctricos que, como es evidente, no arrojan dióxido de carbono a la atmósfera.
Espero que sepas que, en varios momentos a lo largo del año, en España, más de la mitad de la electricidad se produce con fuentes renovables y que anualmente la eólica, hidráulica y solar proporcionan el cuarenta por ciento de la energía en España.

Cordialmente
Epi

C. Armesto dijo...

Querida amiga

Permíteme simplificar un poco (o un mucho) y argumentar en un tono jocoso. Mientras que un físico empleará muchos números para explicar fenómenos naturales y hablará de la corriente eléctrica sin saber arreglar un enchufe, un químico debe ser un buen cocinero, un biólogo le pondrá nombre a los insectos y flores que observa en el campo o un geólogo puede ponerse a disertar sobre una piedra que encuentra al azar.

Saludos cordiales
Epi