¿Le
gustan los viajes al lector inquieto? Bosques templados de robles, hayas y
abedules, taiga siberiana de abetos y pinos, herbazales en las praderas
americanas, en las estepas asiáticas y en las sabanas africanas, lujuriosas
selvas tropicales, húmedos manglares. Aseguramos, sin temor a equivocarnos, que
gran parte de los paisajes terrestres son verdes. ¿Por qué ese color? Hace
tiempo que los científicos saben contestar a esa inusual pregunta: porque todas
las células del reino vegetal contienen un pigmento verde. La tarea de la
clorofila -que así se llama tal pigmento- consiste en absorber la luz solar.
Pero no toman toda: exquisitos, los vegetales desprecian, quiero decir,
reflejan la luz verde y absorben el resto de los colores. ¿Para qué las plantas
toman luz?, se preguntará algún curioso lector. Para convertir la energía de la
luz en la energía química que necesitan para vivir, ni más ni menos; cuando la
clorofila absorbe las partículas de luz aumenta su energía, que inmediatamente
cede a otra molécula: ese es el proceso. La clorofila transfiere la energía
recién adquirida a moléculas especiales en las que se almacena; y las plantas
usan esa energía para sintetizar nuevas moléculas, entre ellas sus proteínas,
azúcares y grasas. No debemos olvidarlo, los animales nos alimentamos de otros
animales o de plantas, pero éstas, para vivir, sólo necesitan de la radiación
del astro rey; debido él, las frutas acumulan azúcares, las féculas almacenan
almidón, las semillas contienen proteínas y los frutos secos acaparan grasas.
No acaban aquí las bondades de las plantas; además, de regalo, las fábricas
vegetales dejan como residuo el oxígeno que usamos para respirar. El oxígeno,
que vuelve única la atmósfera terrestre entre todos los astros del sistema
solar, es un subproducto de la presencia de plantas y bacterias en nuestro
planeta. ¡Increíble! Y no era indispensable que lo hicieran pues durante
cientos de millones de años los primitivos organismos terrestres no sólo
pudieron vivir sin él, sino que era un tóxico que impedía su supervivencia. No
para aquí la sorpresa. Maravillémonos, resulta que los animales somos parásitos
de las plantas: si ellas no trabajasen y se detuviese la fabricación de biomoléculas
esenciales, cuando los animales acabáramos de devorarnos unos a otros, los supervivientes
tendríamos que ayunar. ¡Y pensar que hay humanos que tienen antipatía a las
hierbas y a los árboles!
1 comentario:
Estimado amigo
1º No todas las moléculas de clorofila son iguales, existen pequeñas diferencias entre los seis tipos de clorofilas que se han encontrado en las plantas, algas y cianobacterias.
2º Las clorofilas absorben los extremos del espectro de la luz visible (azul y rojo); reflejan, por lo tanto, el verde.
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