sábado, 27 de febrero de 2010

Sugerentes paisajes


¿Le gustan los viajes al lector inquieto? Bosques templados de robles, hayas y abedules, taiga siberiana de abetos y pinos, herbazales en las praderas americanas, en las estepas asiáticas y en las sabanas africanas, lujuriosas selvas tropicales, húmedos manglares. Aseguramos, sin temor a equivocarnos, que gran parte de los paisajes terrestres son verdes. ¿Por qué ese color? Hace tiempo que los científicos saben contestar a esa inusual pregunta: porque todas las células del reino vegetal contienen un pigmento verde. La tarea de la clorofila -que así se llama tal pigmento- consiste en absorber la luz solar. Pero no toman toda: exquisitos, los vegetales desprecian, quiero decir, reflejan la luz verde y absorben el resto de los colores. ¿Para qué las plantas toman luz?, se preguntará algún curioso lector. Para convertir la energía de la luz en la energía química que necesitan para vivir, ni más ni menos; cuando la clorofila absorbe las partículas de luz aumenta su energía, que inmediatamente cede a otra molécula: ese es el proceso. La clorofila transfiere la energía recién adquirida a moléculas especiales en las que se almacena; y las plantas usan esa energía para sintetizar nuevas moléculas, entre ellas sus proteínas, azúcares y grasas. No debemos olvidarlo, los animales nos alimentamos de otros animales o de plantas, pero éstas, para vivir, sólo necesitan de la radiación del astro rey; debido él, las frutas acumulan azúcares, las féculas almacenan almidón, las semillas contienen proteínas y los frutos secos acaparan grasas. No acaban aquí las bondades de las plantas; además, de regalo, las fábricas vegetales dejan como residuo el oxígeno que usamos para respirar. El oxígeno, que vuelve única la atmósfera terrestre entre todos los astros del sistema solar, es un subproducto de la presencia de plantas y bacterias en nuestro planeta. ¡Increíble! Y no era indispensable que lo hicieran pues durante cientos de millones de años los primitivos organismos terrestres no sólo pudieron vivir sin él, sino que era un tóxico que impedía su supervivencia. No para aquí la sorpresa. Maravillémonos, resulta que los animales somos parásitos de las plantas: si ellas no trabajasen y se detuviese la fabricación de biomoléculas esenciales, cuando los animales acabáramos de devorarnos unos a otros, los supervivientes tendríamos que ayunar. ¡Y pensar que hay humanos que tienen antipatía a las hierbas y a los árboles!

1 comentario:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

1º No todas las moléculas de clorofila son iguales, existen pequeñas diferencias entre los seis tipos de clorofilas que se han encontrado en las plantas, algas y cianobacterias.
2º Las clorofilas absorben los extremos del espectro de la luz visible (azul y rojo); reflejan, por lo tanto, el verde.