Loable labor la de
los astrónomos que buscan en el cielo las huellas de nuestro tortuoso pasado.
No tenemos alternativa, nadie puede ser testigo de su propio nacimiento, pero
sí puede serlo de la aparición de los demás. Y eso hacemos, cuando tratamos de
ver en el firmamento otros partos estelares.
En la Vía Láctea hay
una población numerosa de estrellas que tiene algo más de cuatro mil quinientos
millones de años, la edad del Sol. ¿Qué acontecimiento provocó la formación
sincronizada de todas ellas? Olvidemos las otras estrellas y vayamos a la
nuestra. En cierto sentido, el nacimiento del Sol fue un suceso único, pues es
más probable que las estrellas nazcan por parejas o tríos. Afortunadamente ya
sabemos la causa de su formación: la muerte de una estrella, una gigantesca
explosión supernova, proporcionó el impulso que causó el nacimiento de la
nuestra. Concretamente, la onda expansiva procedente de una supernova cercana
comprimió la nebulosa solar, que inició el proceso que la convertiría en
estrella; tenemos datos para afirmarlo: los restos de la supernova contaminaron
la nebulosa original con átomos que todavía encontramos en los meteoritos
primitivos.
El centro de lo que
había sido una gigantesca nube interestelar, donde la densidad era máxima, se
convirtió en la estrella recién nacida. En los cercanías, a altas temperaturas,
sólo pudieron estabilizarse las rocas y los metales que, pegados entre sí,
generaron los cuatro planetas rocosos, la Tierra, Marte, Venus y Mercurio; más
lejos, los gases forjaron los gigantes Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno; y en
los arrabales, el resto de la nube solar constituyó un enorme cementerio helado
de cientos de miles de millones de cometas.
Después de cuatro mil
quinientos setenta millones de años casi todo parece tranquilo en esta zona de
la galaxia; pero los planetas terrestres todavía conservan las cicatrices de su
revuelta juventud. La Luna, Mercurio o Marte presentan heridas de guerra: los
cráteres que se ven en ellos fueron producidos por un bombardeo primitivo…
porque no había donde esconderse. La Tierra y Venus también debieron tenerlos,
pero ya han cicatrizado pues su continua actividad geológica interna los ha
cubierto. En el próximo futuro, cuando regresemos a la Luna o naveguemos a Marte
observaremos sucesos del pasado de nuestro sistema solar: será también un hermoso
viaje en el tiempo. ¡Quién lo iba a decir!
1 comentario:
Estimada amiga
El futuro del Sol consiste en convertirse en gigante roja, después en nebulosa planetaria (similar a la preciosa Nebulosa del anillo que puede verse ahora), y finalmente en una enana blanca (como Sirio b).
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