En el primer decenio del siglo XXI tanto
los científicos como los profanos se han percatado de que el cambio climático
es una de las amenazas a las que se enfrenta la humanidad; y saben que el
aumento de la temperatura media terrestre se debe al aumento del dióxido de
carbono en la atmósfera, causado por la actividad humana. Pero también
comprenden que, si los humanos queremos conservar nuestro bienestar actual,
necesitamos mantener e incluso aumentar la producción energética (dos mil
millones de chinos e hindúes aspiran justamente al mismo nivel de vida que los europeos
y norteamericanos). Hasta ahora los combustibles fósiles han proporcionado la
mayor parte de la energía; probablemente el Sol (directa o indirectamente) y
quizá la fusión nuclear sean las fuentes futuras, pero durante un plazo de
tránsito –quizá un siglo- de unas a otras, el petróleo, el carbón y el gas
natural se seguirán empleando. Urge pues capturar el dióxido de carbono
producido en las combustiones y almacenarlo en lugares seguros. ¿Qué podemos
hacer?
Recientemente los científicos han
encontrado una posible solución al problema. Los geólogos han descubierto que,
de forma natural, una roca de simpático nombre, la peridotita, reacciona con el
dióxido de carbono para formar caliza; y que la reacción puede acelerarse un
millón de veces si se inyecta el gas en la roca. También que se trata de un
proceso autoalimentado: hay que gastar energía para disolver el gas en el agua
y para calentar el fluido; pero una vez que arrancó, el proceso se mantiene,
tanto por el calor liberado en la reacción de formación de caliza como por el
calor geotérmico. Aunque presenta el inconveniente de que hay que trasladar el
gas a la piedra, sería un método barato y permanente de almacenar el dióxido de
carbono. Una última pregunta, ¿dónde se encuentra esa maravillosa roca?
Desgraciadamente la peridotita, mayoritaria en el manto terrestre, escasea en
la corteza; en Europa tenemos que viajar a los Balcanes para descubrir grandes
depósitos de ella; pero en España existe en el cabo Ortegal. El escritor sabe
que, durante los dos primeros siglos de nuestra era, el noroeste de Hispania producía
más oro que cualquier otro lugar del mundo conocido: cada año los romanos extraían
siete mil kilos del dorado metal. ¿Volverá de
nuevo la pujanza minera a Galicia? ¿Será la peridotita una futura fuente de
riqueza para los gallegos?
1 comentario:
Estimada amiga
1º El almacenamiento subterráneo de dióxido de carbono ya se está llevando a cabo, hoy, en Salah, en el desierto argelino. El gas natural producido en este campo contiene demasiado dióxido de carbono para usos comerciales, de modo que el exceso se elimina y después se inyecta a presión en una formación de salmuera, a dos kilómetros de profundidad.
2º Hay riesgos, como en cualquier actividad industrial, en los depósitos de dióxido de carbono. La pérdida gradual del gas (deben ocurrir a un ritmo muy lento, para que merezca la pena almacenarse) y la pérdida brusca que debe conseguirse que sea muy improbable(en 1986, en el lago Nyos de Camerún, se produjo una pérdida natural de dióxido de carbono volcánico que asfixió a mil setecientas personas).
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