sábado, 9 de mayo de 2009

Envenenarse con los habituales gases de la atmósfera


Estamos tan acostumbrados a vivir sumergidos en los gases que componen la atmósfera -el oxígeno, el nitrógeno y el dióxido de carbono- que tendemos a pensar que son inocuos; después de todo inspiramos aire varias veces cada minuto. ¿Acertamos o nos equivocamos? Quizá muchos naturalistas aficionados no sepan que existen grutas, escasas afortunadamente, en las que, por diversas razones geológicas, se ha acumulado el dióxido de carbono; son muy peligrosas porque ningún aviso indica al infeliz que las visite que morirá asfixiado; preciso que no por la acción del gas, sino por la falta de oxígeno… aunque –añado- al desafortunado no le importen mucho tales matices. La famosa Gruta del Perro, en Nápoles, debe su nombre a la asfixia de los desafortunados canes que acompañan a los exploradores; a éstos nada les sucede. ¿La causa del sorprendente fenómeno? El dióxido de carbono, más pesado que el aire y abundante en una región volcánica, se concentra en una capa de un metro encima del suelo. Pero no es la escasez lo que quiero resaltar, sino el exceso, la capacidad de los tres gases atmosféricos para actuar como tóxicos cuando su concentración supera cierto límite. El menesteroso lector sabe que inspira oxígeno y espira dióxido de carbono, ambos acompañados por el nitrógeno; pero tal vez ignore que puede envenenarse por un exceso de cualquiera de los tres gases.

Quien sea imprudente, además de aficionado al buceo autónomo, podrá sufrir peligrosos inconvenientes. Un exceso de dióxido de carbono en la sangre se consigue fácilmente, tanto si un buzo inexperto retiene la respiración para ahorrar aire, como si un profesional realiza un ejercicio intenso en la inmersión; ambos sufrirán los mismos síntomas: malestar, angustia, ansiedad, sensación de asfixia, respiración superficial, parálisis respiratoria y muerte por depresión del sistema nervioso. No es menos grave el envenenamiento con el oxígeno: a profundidades mayores que veinte o treinta metros el gas disuelto provoca mareos y convulsiones, síntomas que son la antesala de la defunción. Más simpática, pero no menos peligrosa, es la narcosis por nitrógeno; y digo simpática, además de trágica, porque a profundidades superiores a los treinta metros se disuelve en la sangre la suficiente cantidad de nitrógeno como para provocar unos efectos similares a los de la intoxicación alcohólica; y un buzo eufórico, con su capacidad intelectual disminuida, cuenta con todos los boletos en la rifa de un desastre.

1 comentario:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

A pesar de su influencia en el clima la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera es mínima 0,04 % (400 ppm). El oxígeno ocupa el 21 % del volumen, el nitrógeno el 78 % y el argón el 1 %.

Saludos cordiales
Epi