Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno;
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.
Nos lo recuerda Luis de Góngora. Oso
asegurar que casi todos los lectores adultos, además de goces intelectuales,
han disfrutado alguna vez de los placeres gastronómicos, también, que han
lamentado sufrir la penosa inyección de un fármaco, o que han soportado con
paciencia el mal trago de una amarga pócima. Casi todos estaríamos de acuerdo
en que los alimentos son muy diferentes de los medicamentos: aquéllos aportan
la energía y las materias primas que el cuerpo necesita para vivir, éstos
actúan como proyectiles salutíferos que afectan preferentemente a un órgano
determinado o a un agente infeccioso; toda la población sana necesita los
mismos nutrientes, sólo quienes padecen alguna enfermedad demandan las medicinas,
y no siempre las mismas, éste requiere cierto antibiótico, ése solicita un
antitumoral, a aquél le urge un hipotensor. La naturaleza no se muestra tan selectiva
en su acción y acaba difuminando las clasificaciones humanas: los biólogos han encontrado
que tres sustancias nutritivas actúan como medicinas. Ni más ni menos. El
triptófano y la tirosina –aminoácidos que se hallan en muchas proteínas de los
alimentos, preferentemente en los huevos, en la leche y en los animales-, y
también la colina -un nutriente esencial abundante en la yema de los huevos, el
hígado y la semilla de soja- producen importantes cambios en la composición química
del cerebro. Han leído bien, alimentos que modifican el cerebro… exactamente
igual que algunos fármacos. Y, añado, los cambios pueden modificar las
funciones cerebrales, especialmente en aquellos individuos que sufren algunas
enfermedades metabólicas o nerviosas; y estamos hablando nada menos que de la
enfermedad de Parkinson, del Alzheimer o de la hipertensión. ¿La explicación?
El triptófano, la tirosina y la colina son precursores de moléculas que actúan como
mensajeros entre las neuronas que componen el sistema nervioso (o entre las
neuronas y los músculos); y sabemos que se ha hallado un defecto (o un exceso)
de estos mensajeros en algunos trastornos mentales. Poco más podemos añadir.
Resalto el hecho de que la cantidad de
ambos aminoácidos –o de la colina- que debe administrarse a un sujeto para
modificar su metabolismo es muy grande, pero las investigaciones continúan y
cuesta tan poco soñar...
1 comentario:
Estimada amiga
Existen muchos alimentos que, además de nutrientes, contienen sustancias medicinales y productos tóxicos. Las plantas del género Brassica (col, repollo, coliflor, nabo, mostaza, colza), por ejemplo, contienen abundantes glucosinolatos, unos compuestos que, cuando algún animal se alimenta de la planta, se rompen produciendo sustancias que tienen efectos antitiroideos (afortunadamente eso no sucede si comemos las verduras cocidas). También se ha comprobado que alguno de los glucosinolatos protege frente a algunos tipos de cáncer.
Para que no te asustes añadiré que a mí me gusta mucho comerlas.
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