sábado, 20 de junio de 2009

Oír y ver de forma diferente


Los humanos ya hemos explorado a conciencia la superficie de la Tierra, después, el océano de aire en el que vivimos, incluso hemos paseado por la Luna y enviado vehículos espaciales a todos los planetas del sistema solar, pero apenas conocemos el otro océano que contiene nuestro maltratado planeta, el de agua. Viajamos muy poco por el interior de los océanos: frente a los casi cuatro kilómetros de profundidad media, sólo unos cientos de metros bajo la superficie son visitados habitualmente por los submarinos, y unas pocas decenas de metros por los buceadores. Pecios, bacterias y animales desconocidos aguardan al intrépido investigador que se hunda en las profundidades marinas. ¿Por qué los viajeros, exploradores y aventureros no escrutan más los océanos? Reconozco que el aumento de la presión puede ser un impedimento; aun así, me sorprende esta actitud porque, nada más traspasar la superficie del mar, se abre otro mundo ajeno a las experiencias diarias; un universo tan diferente al habitual que ni siquiera nuestros sentidos más apreciados, la vista y el oído, funcionan como de costumbre. El sonido y la luz no se comportan de la misma manera en el aire que en el agua. El sonido, por ejemplo, se mueve unas cinco veces más rápidamente, y eso dificulta discriminar su lugar de procedencia. En cuanto a los colores, desaparecen cuando aumenta la profundidad: el rojo se desvanece a los seis metros, el naranja a los diez, el amarillo a los quince, el verde a los treinta, más allá todo se torna azul grisáceo; a medida que descendemos la luz se atenúa hasta que llega un momento, a los mil metros, en el que reina una completa oscuridad. Además, los objetos pierden contraste y parecen borrosos y difuminados. ¿Por qué?, porque los rayos que llegan a los ojos no provienen directamente de ellos, sino, sobre todo, de las partículas que tiene el agua en suspensión. Ni siquiera el tamaño permanece invariable: la luz cambia de dirección cuando pasa del agua al aire, a través del cristal del visor del buzo, y después al ojo. Y ese efecto logra que los objetos parezcan más cercanos y grandes.
Sumergido -con la imaginación- en ese oscuro mundo de silencio me surge, inevitablemente, la pregunta, ¿qué nuevas sensaciones percibirán los humanos que osen visitar astros distintos al planeta que los vio nacer?

1 comentario:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Entre 1969 y 1972 doce astronautas pisaron la Luna que está a tres días de viaje desde la Tierra.
Para ir de la Tierra a Marte el viaje tarda entre siete y once meses, dependiendo de la distancia entre ambos planetas en el momento de la partida.
Para ir a Plutón una sonda espacial salió en 2006 y llegará, si todo va bien, en 2015.