sábado, 1 de junio de 2024

Amígdala, un servicio de alarma incorporado

 
Los humanos disponemos de un servicio de alerta ante cualquier circunstancia que ataña a nuestra supervivencia. Las amígdalas, dos estructuras del cerebro con forma de almendra, nos proporcionan tal servicio; situadas debajo de la corteza cerebral, están especializadas en procesar las emociones y consolidar la memoria. Y la corteza prefrontal del cerebro actúa como el interruptor que desconecta o atenúa las señales emocionales procedentes de las amígdalas.
Fijémonos en una emoción concreta, el miedo o la ira, que nos conducen a la huida o a la lucha. La amígdala envía mensajes a través de las neuronas a todo el cerebro para que nos preparen para la acción: activa la secreción de dosis masivas de noradrenalina y adrenalina, estimula los sistemas cardiovascular y respiratorio, y aumenta la actividad neuronal de las regiones cerebrales, regiones que captan los estímulos procedentes de los sentidos y de las regiones que regulan el movimiento muscular. Los recuerdos relevantes para la emergencia se imponen sobre cualquier otro pensamiento; hago un inciso para aclarar que el registro cerebral de los recuerdos que contienen mucha carga emocional es diferente al registro de los recuerdos ordinarios. 
Durante la crisis emocional la amígdala declara el estado de emergencia, secuestra a la persona y recluta todos los recursos corporales para la acción antes de que la corteza cerebral haya valorado la situación. En tales momentos -que pueden ser decisivos para la supervivencia- la amígdala extrae una conclusión apresurada y dispara una respuesta; reacciona con un impulso: un arrebato de ira o de miedo antes de que la corteza cerebral intervenga. Incluso puede ocurrir que, pasada la crisis emocional, el sujeto ignore la acción que acaba de ejecutar.
Desgraciadamente el sistema de alarma se activa con más frecuencia de lo desearíamos y, a veces, en circunstancias nimias; cuando una situación presente tiene rasgos vagamente similares a otra que nos ha producido una intensa emoción en el pasado, la amígdala se activa y nos hace responder de forma desproporcionada; es el caso de situaciones intrascendentes que nos evocan recuerdos de accidentes graves o de acontecimientos bélicos pasados, en tales casos, nuestro cuerpo da una respuesta equivocada. La crisis emocional atañe, por tanto, a la activación o inactivación de dos centros cerebrales diferentes: a la activación de la amígdala y al fracaso de la activación de la corteza prefrontal del cerebro que mantiene equilibrada la respuesta procedente de la amígdala.

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