Si algún usurario de un plaguicida concreto desea valorar la peligrosidad del producto que emplea, consulte la Organización Mundial de la Salud (OMS) que, desde el año 2009, clasifica a los plaguicidas como sumamente peligrosos (clase Ia), muy peligrosos (clase Ib), moderadamente peligrosos (clase II), ligeramente peligrosos (clase III), e improbable que causen peligro (clase IV o U). No existen plaguicidas inocuos, pues todos perjudican alguna vida, los menos tóxicos (clase IV) aluden a que es improbable que intoxiquen; en el otro extremo se encuentran los productos de la clase I: tres décimas de gramo de uno de ellos bastarían para matar a una persona de sesenta kilos. Los ligeramente tóxicos -clase III- presentan una toxicidad comparable a la sal común o a una bebida alcohólica, ambas letales a una dosis excesiva; ciento ochenta gramos de sal común para una persona de sesenta kilos o entre ciento veinte y doscientos cuarenta gramos de alcohol (el contenido de treinta y ocho o setenta y cinco centilitros de güisqui) para la misma persona.
Aludiré ahora a dos insecticidas encuadrados en la clase II. Cierre el lector los ojos e imagine un lago de montaña: probablemente lo asociará a naturaleza saludable. Yerra. Algunos lagos pirenaicos presentan toxicidad debido a dos moléculas, el diazinón y la permetrina, insecticidas encuadrados en la clase II e introducidos en los lagos probablemente por el ganado, los perros y los turistas. El diazinón es usado tanto por el agricultor, en sus cosechas de frutas y hortalizas o en baños del ganado, como el urbanita, que lo emplea en sus plantas ornamentales y en sus mascotas, perros o gatos. Se trata de una sustancia que inhibe la colinesterasa, enzima presente en los mamíferos y esencial para la comunicación entre las neuronas y los músculos. La permetrina se utiliza como repelente de insectos, en humanos, perros y ganado, o para el tratamiento de la sarna (ácaros) y los piojos en niños y adultos. Se trata de una sustancia neurotóxica, que actúa sobre unas proteínas neuronales llamadas canales de sodio.
Hagámonos ahora eco de la curva de Kuznets que refleja, según los economistas, un curioso comportamiento humano; a medida que las sociedades se vuelven más ricas, contaminan más, hasta un límite, después comienzan a preocuparse por el ambiente. Sabemos que la autolimpieza de los lagos de montaña sólo puede hacerse si no se introducen más contaminantes. ¿Quiénes son los responsables de su contaminación?
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