Leía, de nuevo, el libro titulado “El Imperio”. En uno de los capítulos su autor, el afamado periodista Ryszard Kapuscinski, cuenta la desaparición del Uzboy, río que atravesaba lo que es hoy Tukmenistán. El río Amu-Daria, antiguo Oxus, nace en la cordillera del Pamir y desemboca hoy en el mar de Aral; pero antes lo hacía en el mar Caspio, por medio del Uzboy, después de atravesar varios cientos de kilómetros del desierto Kara-Kum. El agua fluvial permitió, durante cinco milenios, la vida en pleno desierto: vegetales, animales y personas convirtieron las márgenes del río en fértiles oasis; sin embargo, en algún momento el Uzboy empezó a perder caudal hasta que, en el siglo XVIII, se secó. Se agostaron los campos, se marchitaron los árboles, la gente abandonó la región; lo que antes eran florecientes oasis se habían convertido de nuevo en árido desierto. Un éxodo humano que impulsó guerras fratricidas entre los emigrantes y sus vecinos.
Cerré el libro y medité sobre la fragilidad de la civilización. Había anochecido; levanté la vista al cielo y las estrellas, aparentemente inmutables, serenaban el ánimo… aunque tampoco; porque, al observar las constelaciones del zodíaco, inmediatamente recordé el pulsar de la nebulosa del Cangrejo; presente desde el verano del año 1054 (y visible durante casi dos años). El centro de la nebulosa contiene un astro que gira sobre sí mismo a treinta revoluciones por segundo, emitiendo pulsos de radiación electromagnética: se trata de una estrella de neutrones. ¿Su origen? Una antigua estrella con más masa que nuestro Sol agotó su combustible nuclear. Consumió su hidrógeno, que se convirtió en helio; se encendió el helio, que se transformó carbono; éste, en núcleos atómicos cada vez más pesados; y así sucesivamente hasta llegar a un límite: el hierro. Todas las relaciones nucleares anteriores liberan energía; no, el hierro. ¿Qué sucede entonces cuando el centro de la estrella está formada por hierro? El interior estelar colapsa: los electrones se combinan con los protones del hierro para dar neutrones; la esfera de hierro se convierte en una estrella de neutrones -aproximadamente dos masas solares compactadas en una esfera de doce kilómetros-. En el proceso se libera tal cantidad de energía que la envoltura exterior de la estrella es expulsada al espacio; llamamos nebulosa a ese residuo: la explosión supernova acabó con la vida de la estrella. ¡Un final majestuoso! Menos triste que el fin del Uzboy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario