Algunas veces un texto científico deja tan sorprendido al escritor que, si no fuera porque la revista leída tiene máxima credibilidad científica, se dejaría tentar por el escepticismo; eso me sucedió con unas reflexiones que se publicaron en Nature (2018).
La boca y la nariz, o sea, los órganos que usamos para comer y respirar, son las dos vías habituales por donde los contaminantes ambientales entran en nuestro organismo; la piel, el órgano más extenso del cuerpo, es otra vía, menos conocida. No hay dudas al respecto: sabemos que, sumergidos en aguas medicinales, podemos absorber medio litro en un día a través de la piel. Hay maneras, no tan evidentes como la zambullida en un líquido venenoso o el contacto con un solido perjudicial, de afectar a la piel: la inmersión en una atmósfera contaminada. Todos hemos comprobado que a través de los poros de la piel se suda; pero esa misma porosidad permite la absorción de micropartículas y moléculas contaminantes disueltas en el aire. Disponemos de datos experimentales para corroborar la hipótesis: las dermatitis crónicas y el envejecimiento cutáneo abundan más en quienes viven en atmósferas contaminadas. El smog de Madrid, las nubes de plaguicidas de los invernaderos andaluces o el humo de los incendios forestales gallegos contienen sustancias peligrosas que penetran a través de los poros de la piel: las minúsculas partículas procedentes del polvo y hollín suspendidos en el aire forman radicales libres que lesionan el ADN de las células cutáneas; las dañinas moléculas de los hidrocarburos aromáticos policiclícos se disuelven en las grasas cutáneas, pasan a la sangre y de ahí se expanden a todo el organismo. El efecto más frecuente es la irritación cutánea, pero los perjuicios pueden ser peores: infertilidad, asma, cáncer y neuropatías.
Los ftalatos, presentes en el ambiente doméstico, se asocian con los desequilibrios hormonales en los infantes y el desarrollo anormal de los fetos. Para comprobar si se absorben por la piel se hizo una prueba. Se encerró a varias personas durante seis horas en una habitación cuya concentración de ftalatos era elevada; y se midió la absorción en dos condiciones diferentes: cuando los sujetos llevaban una escafandra para respirar aire limpio y cuando no la tenían. Se halló que los participantes absorbían tanta, o más, cantidad de ftalatos a través de la piel que través de los pulmones. ¿Con cuántas sustancias insanas presentes en el ambiente sucederá lo mismo?
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