Los antiguos helenos creían que en el extremo oriental del mundo, cerca de donde nace el Sol, estaba el reino de Cólquida (actual Georgia). Allí vivía la princesa Medea, quien se enamoró de un hermoso visitante aqueo que resultó ser un ladrón. La princesa, que también era hechicera, proporcionó unas pócimas a Jasón, que le permitieron ejecutar el robo del vellocino de oro y después burlar a sus tenaces perseguidores. Cuenta la leyenda que la bebida empleada para dormir al dragón que guardaba el dorado vellocino contenía una rama de enebro. Acabada la aventura y establecida la pareja en Corinto, Jasón pretendió abandonar a quien tanto le había ayudado y casarse con la hija del rey corintio. No fue pacífica ni templada la reacción de Medea; tampoco generosa, aunque hizo un regalo a la novia corintia: una preciosa túnica que, tan pronto la vistió, le causó la muerte por contacto. El escritor no especula con la causa psicológica de la acción de Medea, sino con la causa química tanto de la muerte de la joven princesa como del sueño del dragón: ambos pudieron deberse al uso del aceite esencial del enebro, que contiene sustancias narcóticas y provoca quemaduras en la piel.
Con tales antecedentes a nadie extrañará que en el reino de Cólquida, patria de la celosa Medea, hubiese numerosas plantas llamadas cólquico (Colchicum autumnale) o azafrán silvestre o mataperros, aludiendo a su toxicidad. Además de su uso para el cruel asesinato, el cólchico tiene propiedades medicinales. La colchicina -los toxicólogos no se rompieron la cabeza para nombrar al veneno de la aludida planta- inhibe la división celular y su efecto se debe a su unión con unas proteínas celulares (su nombre, tubulinas, es lo de menos), impidiendo así que formen el esqueleto celular. También inhibe la movilidad de los neutrófilos (glóbulos blancos sanguíneos) y, debido a ello, actúa como un agente antiinflamatorio, útil para el tratamiento del ataque de gota (molesto e incapacitante dolor de las articulaciones causado por altos niveles del ácido úrico en la sangre). Añado un efecto inesperado: unos investigadores han demostrado que la colchicina reduce la mortalidad y las hospitalizaciones de los contagiados por el pandémico coronavirus.
Lejos de Cólquida, los camelleros y pastores que viven en el desierto del Sahara temen que su ganado paste donde hay azafrán del desierto (Androcymbium gramineum). ¿Por qué, se pregunta el curioso lector? Porque esa planta también contiene la venenosa colchicina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario