sábado, 17 de diciembre de 2022

Psoralenos


La historia comienza hace varios milenios y a orillas del Nilo. En el tiempo de los faraones, los médicos egipcios tenían una curiosa manera de tratar el vitiligo (enfermedad cuyo síntoma característico consiste en la desaparición de la pigmentación en la piel): recetaban al enfermo la ingestión de una hierba del Nilo (Ammi visnaga) y después le indicaban que se pusiera al sol. Aunque parezca mentira al incrédulo humano contemporáneo… ¡Curaban la enfermedad! El escéptico escritor supone que el ingenioso sanador, sacerdote probablemente, atribuía el mérito de la curación a su intersección ante los seres del otro mundo: mediante el recital de oraciones o la ejecución de prácticas mágicas solicitaba la intervención sanadora de algún dios o la expulsión de algún dañino demonio. 
Ahora, más sabios, recurrimos a la bioquímica para averiguar qué moléculas y reacciones intervienen en la curación. Para ello debemos fijarnos en los psoralenos (el 8-metoxi-psoraleno es el más estudiado) compuestos orgánicos naturales de la familia de las furanocumarinas cuya fuente natural más abundante son los higos. ¿Qué efecto tienen las moléculas de un psoraleno en el organismo? En ausencia de luz ninguno y después de una día de su ingestión tampoco, porque se han excretado casi totalmente por la orina; pero antes de ser expulsadas las moléculas se intercalan en la doble hélice del ADN que contienen todas las células y, al exponerse a la radiación ultravioleta (UVA), forman enlaces cruzados entre las dos cadenas del ADN; tal reacción impide que las células se repliquen e induce la autodestrucción celular (apoptosis). ¿La explicación de la curación que lograban los médicos egipcios? La planta Ammi visnaga contiene pequeñas cantidades de 8-metoxi-psoraleno que se activa al absorber la radiación solar en la piel y destruye las células deterioradas.
En la actualidad la terapia con un psoraleno (el 8-metoxipsoraleno) más luz ultravioleta, denominada PUVA, se utiliza para el tratamiento de algunos trastornos cutáneos, como la psoriasis, el eccema, el vitiligo y algún cáncer de piel. Los psoralenos, como cualquier otra terapia, debe usarse con moderación porque también tiene efectos secundarios, entre los que se incluyen las náuseas, vómitos, prurito, dolor cutáneo, incluso graves pérdidas de piel y, más importante todavía, pueden causar cánceres cutáneos; a pesar de los riesgos, y esto ya es incomprensible, el psoraleno se utilizó como acelerador del bronceado en algunos protectores solares hasta el año 1996.

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