A priori los medicamentos son sustancias que nada tienen que ver con los alimentos. ¿Nada?… casi, porque a veces la naturaleza se empeña en confundirnos.
En el cerebro las neuronas se comunican a través de unas sustancias químicas, los neurotransmisores, que ellas mismas fabrican y liberan en el lugar (que los neurólogos llaman sinapsis) donde se unen con otras neuronas. El neurotransmisor secretado por una neurona atraviesa la sinapsis y actúa sobre unos receptores especializados de la neurona siguiente, acción que provoca cambios en su actividad celular. La acetilcolina, una de estas moléculas mensajeras, está ampliamente distribuida en el sistema nervioso central, particularmente en los circuitos de la memoria, en el sistema nervioso periférico y en el sistema nervioso autónomo. Unos experimentos hechos con ratas demostraron que la cantidad de acetilcolina que contiene el cerebro del animal aumenta si se le alimentan con huevos. Conclusión: la ingestión de un alimento que contenga el neurotransmisor o un componente de él influye en la síntesis del neurotransmisor por las neuronas. Aclaremos este último aspecto: los huevos, el hígado y la soja contienen abundante lecitina, uno de los componentes de la comentada colina, molécula precursora de otra molécula, la acetilcolina que usan las neuronas como mensajero. Cabe pensar entonces que cualquier estado patológico que resulte de la mala comunicación entre neuronas por falta de acetilcolina puede tratarse con lecitina. ¿Por qué no aplicar el tratamiento a las alteraciones de la memoria asociadas a la vejez? Disponemos de indicios experimentales para probarlo. Sabemos que el cerebro humano pierde neuronas al envejecer y que en el hipocampo, la región del cerebro decisiva en la formación de recuerdos, abundan las neuronas que usan acetilcolina. ¿Serán vulnerables estas neuronas? Por otro lado, se demostró que la administración de fármacos, como la escopolamina (extraída de la planta estramonio), que inhiben la transmisión de las neuronas que usan acetilcolina provoca alteraciones de la memoria. Una de las hipótesis a las que se atribuye la enfermedad de Alzheimer consiste en que el cerebro produce cada vez menos acetilcolina, disminución que deteriora el rendimiento de los circuitos que usan este imprescindible neurotransmisor. Resulta verosímil -aunque los experimentos no son concluyentes- que los tratamientos que aumenten la acetilcolina del cerebro se muestren eficaces en los pacientes con trastornos en la memoria.
Para poner límites a un optimismo desbocado debo añadir que no todas, sólo algunas de las moléculas neurotransmisoras, responden a la ingestión de alimentos.
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