sábado, 16 de julio de 2022

La isla de las ratas


A veces viene la nostalgia, llega en cualquier estación: en la primavera porque cantan los zorzales, en el verano porque el viento agita los nidos de las cigüeñas, en el otoño porque se van las golondrinas, en el invierno porque gimen las lechuzas. Sentado en una roca, enfrente a unas pequeñas islas atlánticas, veía bucear a los intrépidos cormoranes. Recordé entonces las funestas consecuencias que sobrevienen a un ecosistema aislado cuando le llega fauna invasora. Sucedió en el archipiélago de las Aleutianas -en Alaska-. Una pequeña isla fue invadida por las ratas como consecuencia del naufragio de un pesquero en sus playas. Doscientos años más tarde en el siglo XXI, los visitantes observaron que no sólo la fauna había quedado depauperada, sino también la flora, hasta las algas habían disminuido drásticamente. Resulta fácil comprobar las aciagas consecuencias: sólo se necesita el oído y la vista; cuando el estudioso visita una pequeña isla salvaje se ven aves por todos lados, se oye ruido por doquier; no sucede lo mismo cuando le recibe el silencio: sin apenas aves, el naturalista comprobará que la isla ha sido invadida por las ratas. ¡Imposible!, clama el incrédulo profano. Las ratas no comen algas, quizá aduzca. No le falta razón en sus argumentos… pero así ocurre. ¿Los biólogos pueden aportar una explicación del hecho? La población de ratas, sin depredadores que se alimenten de ellas, crece sin control y se convierte en una plaga que come los huevos de las aves marinas que pueblan la isla, y aniquila sus colonias. Al desaparecer las aves comedoras de los moluscos, crustáceos y otros invertebrados, que abundan en la costa, éstos también crecen sin control; en consecuencia, las algas laminarias de las que se alimentan acaban desapareciendo. Y estas algas gigantes constituyen el hábitat para muchos seres vivos: el ecosistema se desmorona. 
Unos biólogos eliminaron las ratas, con raticidas, y todo el ecosistema costero, en pocos años, una decena quizá, volvió a bullir de vida; aunque resulte paradójico, deshacerse de los invasores terrestres ha beneficiado a los organismos marinos. 
¿Sorprendido el sagaz lector? No sólo los profanos yerran al predecir el comportamiento de los ecosistemas, incluso a una persona culta le resulta difícil entenderlos; porque se dan en ellos fenómenos complejos, que no son el resultado de una proporcionalidad directa -o inversa- de las acciones que en él se hacen. 

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