Llamó a mi corazón, un claro día,
con un perfume de jazmín, el viento.
La contracción de ambos ventrículos cardíacos proporciona la fuerza necesaria para impulsar el fluido por una red de canalizaciones, que eso es el conjunto de arterias y venas corporales. Sin embargo, sería simplificar demasiado argumentar que el corazón bombea la sangre por todo el cuerpo: porque la contracción del músculo cardíaco es capaz de enviar la sangre a su destino, ¡cierto!, pero no hace más. ¿Cómo regresa, entonces, el fluido? De los pulmones y de la cabeza cae por acción de la gravedad; pero no hay presión suficiente para impulsar el líquido de las piernas hacia el corazón. El problema se ha resuelto mediante un ingenioso diseño de los cañerías: las venas contienen válvulas que permiten viajar la sangre hacia el corazón, pero no en sentido contrario. En consecuencia, la presión de los músculos circundantes empuja a la sangre hacia arriba; cualquier movimiento, sea de pie o incluso sentado, es suficiente; pero si una persona permanece inmóvil durante mucho tiempo, su musculatura no contribuye al movimiento de la sangre; y si la sangre no fluye hacia el corazón, tampoco llega al cerebro. El desmayo, haciendo que la víctima adquiera la posición vertical, facilita la resolución de esta dificultad circulatoria.
Concluyo, no podía hacerlo de otra manera, con las siguientes palabras que escribió Antonio Machado:
“Y el viento huyó... Mi corazón sangraba…”
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