sábado, 5 de febrero de 2022

Corazón


Llamó a mi corazón, un claro día,
con un perfume de jazmín, el viento.

¿Qué es para un biofísico el corazón, el órgano más apreciado por los poetas? Una bomba hidráulica, ¡ni más mi menos!, semejante a la de un coche que toma gasolina del depósito y lo lleva a los cilindros para su combustión. Más que una, habría que señalar que se trata de dos bombas sincrónicas separadas por un tabique central, el corazón derecho y el izquierdo; una suministra sangre a los pulmones, la otra lo hace al resto del cuerpo. El diseño de ambas (el ventrículo izquierdo tiene el doble de masa que el derecho) permite que el lado izquierdo, que suministra el fluido al organismo, realice cuatro veces más trabajo que el derecho. El corazón -el culto lector ya lo habrá supuesto- impulsa a la sangre por dos circuitos; el ventrículo derecho bombea la sangre por las arterias pulmonares hacia los pulmones, donde toma oxígeno, y regresa después al ventrículo izquierdo; quien, al contraerse, envía la sangre oxigenada a todo el organismo por la arteria aorta. 
La contracción de ambos ventrículos cardíacos proporciona la fuerza necesaria para impulsar el fluido por una red de canalizaciones, que eso es el conjunto de arterias y venas corporales. Sin embargo, sería simplificar demasiado argumentar que el corazón bombea la sangre por todo el cuerpo: porque la contracción del músculo cardíaco es capaz de enviar la sangre a su destino, ¡cierto!, pero no hace más. ¿Cómo regresa, entonces, el fluido? De los pulmones y de la cabeza cae por acción de la gravedad; pero no hay presión suficiente para impulsar el líquido de las piernas hacia el corazón. El problema se ha resuelto mediante un ingenioso diseño de los cañerías: las venas contienen válvulas que permiten viajar la sangre hacia el corazón, pero no en sentido contrario. En consecuencia, la presión de los músculos circundantes empuja a la sangre hacia arriba; cualquier movimiento, sea de pie o incluso sentado, es suficiente; pero si una persona permanece inmóvil durante mucho tiempo, su musculatura no contribuye al movimiento de la sangre; y si la sangre no fluye hacia el corazón, tampoco llega al cerebro. El desmayo, haciendo que la víctima adquiera la posición vertical, facilita la resolución de esta dificultad circulatoria. 
Concluyo, no podía hacerlo de otra manera, con las siguientes palabras que escribió Antonio Machado: 

“Y el viento huyó... Mi corazón sangraba…” 

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