sábado, 16 de octubre de 2021

Ártico nuclear


Un estudio de viabilidad hecho en el año 2019 encontró dieciocho mil objetos radiactivos en el océano Ártico, ¡nada menos!; entre ellos diecinueve barcos accidentados y catorce reactores nucleares que están sin control. La radiación gamma emitida por la mayoría es baja, afortunadamente, pero en mil todavía permanece alta. Las cifras son contundentes: ciento noventa y siete submarinos nucleares soviéticos deben ser desguazados; hay que deshacerse del estroncio radiactivo de unas mil balizas de navegación; debe retirarse el combustible nuclear gastado y los desechos nucleares de la bahía rusa de Andreyeva y lugares aledaños: porque desde allí, en 1982, unas seiscientas mil toneladas de agua radiactiva se filtraron al mar de Barents desde una piscina de almacenamiento nuclear. No me olvido que, en la zona del puerto ártico de Murmansk, hay más de doscientos reactores nucleares que esperan ser desmantelados. Todo ello, lo reconocen los expertos en seguridad nuclear, representa un riesgo inaceptable para los ecosistemas árticos.
Con todo, hay un margen para el optimismo. Dos objetos, que los rusos intentarán extraer del agua en los próximos años, contienen el noventa por ciento del material radiactivo: se trata de reflotar dos submarinos nucleares rusos, el K-27 y el K-159, que contienen un millón de curios de radiación (aproximadamente, una cuarta parte de la liberada durante el primer mes del desastre de Fukushima). El K-159, concretamente, se hundió, en el año 1989, con ochocientos kilos de combustible de uranio abordo, en el mar de Barents, justo debajo de la zona de pesca de bacalao más productiva del mundo, y también el hábitat de las ballenas, morsas, osos polares y otros animales. Aunque una expedición efectuada en el año 2014 no encontró radiactividad por encima de los niveles naturales ni en el agua, ni en el fondo marino ni en la fauna; un experto auguró que fallará la contención del reactor antes treinta años del hundimiento, en el mejor de los casos, y antes de diez en el peor. Si bien los isótopos radiactivos liberables, cesio ciento treinta y siete y estroncio noventa, se diluyen rápidamente en los océanos, mediante un proceso de bioacumulación puede concentrarse en los animales que constituyen la cumbre de la pirámide alimentaria; animales que, después, son ingeridos por los humanos.
Y se siguen construyendo reactores nucleares en el Ártico: probablemente habrá más de cien funcionando en el año 2035. 

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